El obispo nómada

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Los frutos se están viendo desde hace ya algún tiempo. Grupos que antes eran enemigos, ahora han logrado superar las barreras del pasado y vivir juntos en armonía.

Mons. Tabán denunciaba, la situación por la que estaba pasando la población del sur de Sudán, oprimida y masacrada por el Ejército sudanés, que buscaba a toda costa la islamización de todo el país, al tiempo que abogaba incansablemente por la necesidad de crear vínculos de paz, integración y reconciliación entre los sudaneses.

Ordenado sacerdote en 1964, Paride Tabán fue nombrado obispo auxiliar de Juba en 1.980. Tres años después, Juan Pablo II lo ponía al frente de la recién creada diócesis de Torit, un pequeño territorio en Sudán del Sur en el que la gente estaba obligada a huir constantemente a causa de los bombardeos y de la persecución del Ejército sudanés. A ella dedicará las mayores energías de su ministerio episcopal. Durante mucho tiempo vivió como obispo «nómada», sin casa propia, huyendo de un poblado a otro para escapar de las bombas y acompañar a su pueblo en un continuo éxodo en busca de un lugar de paz.

En febrero de 2.004, cuando contaba 68 años, presenta su renuncia como obispo de Torit, renuncia que le fue aceptada por Juan Pablo II, y se retira a las orillas del río Kurón, una zona llena de colinas en la región meridional de Sudán, cerca de la frontera con Etiopía. Desde entonces se dedica en cuerpo y alma a hacer realidad un sueño que venía alimentando desde hacía años: el «Poblado de la Paz», con la intención de convertirlo en un lugar de esperanza, de paz y de reconciliación.

La idea de crear un «Poblado de la Paz» surgió en la mente del obispo después de visitar dos veces la comunidad de Neve Shalom/Wahat as-Salaam («Oasis de Paz», en hebrero y árabe), situada cerca de la carretera que une Jerusalén y Tel Aviv y formada pro familias judías y palestinas que conviven pacíficamente a pesar del conflicto que desde hace décadas enfrenta a israelíes y palestinos. Tras visitar aquella comunidad, Paride tomó la decisión de crear algo semejante en Sudán en cuanto se viese liberado de su responsabilidad episcopal.

Una vez aceptada su renuncia como obispo de Torit, Mons. Tabán se pone manos a la obra y empieza a dar forma a su sueño. La zona elegida fue la ribera del río Kurón, en lo que hoy es Sudán del Sur. Allí viven varios grupos de pastores, conocidos por sus luchas étnicas y sus constantes enfrentamientos a causa del robo de ganado, una práctica ancestral en los grupos de pastores que pueblan el valle del Rift.

El objetivo del «Poblado de la Paz» de Kurón es favorecer que las diferentes etnias vivan y crezcan juntas, dándoles la posibilidad de conocerse para evitar los prejuicios existentes entre unos y otros. Para lograrlo, Mons.. Paride ha puesto en marcha toda una serie de servicios y estructuras que puedan ayudar a la convivencia, el conocimiento mutuo y el respeto.

Así, Kurón cuenta hoy con una escuela primaria, elemento fundamental para que los niños de la región crezcan en un ambiente de confianza y conocimiento que ayude a superar los recelos del pasado. Cuenta también con un dispensario y un centro agrícola para que la población local pueda lograr la autosuficiencia alimentaria y reduzca su dependencia del ganado, una de las principales causas de confrontación y enfrentamiento entre los diversos grupos de pastores de la región..

En Kurón también hay un centro de encuentro, un lugar abierto en el que se reúnen tanto los jefes tradicionales como los representantes de los diferentes grupos sociales con el fin de dialogar sobre temas relativos al estilo de vida, las costumbres o los problemas ancestrales que surgen, normalmente por las incursiones para robar ganado.

Para llevar a cabo este proyecto, el obispo se rodeó de personas capacitadas profesionalmente procedentes de diferentes etnias, un equipo humano que hoy es pieza fundamental en ese proyecto de construir un Sudán más fraterno y reconciliado. No han estado exentos de dificultades, pero los frutos se están viendo desde hace ya algún tiempo. Grupos que antes eran enemigos, ahora han logrado superar las barreras del pasado y vivir juntos en armonía.

A pesar de la reticencia de muchas personas, que piensan que el obispo podría aprovechar la fama y su reputación internacional para atraer fondos a gran escala para proyectos de desarrollo, este apóstol incansable de la paz prefiere dedicar todas sus energías y lo que le queda de vida a tender puentes, reconciliar a los pueblos y favorecer la paz y la concordia entre enemigos ancestrales.