“Nuestra misión no se puede cumplir lejos del infierno de los pobres” Monseñor Santiago Agrelo

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Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, tenía encomendado en la última sesión del simposio por los 75 años de la revista Vida Religiosa, reflexionar sobre la cuestión ‘En la liturgia de la humanidad migrante: hacia otra configuración de nuestra espiritualidad’, “un título que me lo han dado, no lo pedí yo”, reconoció entre las risas de los presentes, por lo que, tras pedir indicaciones, “me dijeron que diese mi testimonio, que contase el encuentro con los movimientos migratorios, que forman parte de la espiritualidad consagrada del siglo XXI”.

Por eso, el franciscano gallego, que lleva diez años en el país magrebí, decidió hablar en parábolas y pidió olvidar “la liturgia de la humanidad migrante” para cambiarla por “un la vida consagrada se parece a…”. Y según él, la vida religiosa se parece a la humanidad migrante porque “somos un pueblo boza, palabra del Congo que significa victoria, y que no sabemos cuándo podremos gritarla, aunque ya la hemos oído escrita en las entrañas de la vida y bañada en lágrimas. Porque, boza, más que de victoria, es un grito de liberación, de alegría, y es la palabra más importante que pronuncian quienes lograr entrar a Ceuta o Melilla como inmigrantes”.

“Y nuestras vidas como consagrados –añadió el arzobispo– se parece a la de los inmigrantes en cuanto que nuestro hábitat natural es el camino de los pobres, es la vida de los pequeños, de los soñadores, porque también buscamos una tierra prometida, y nadie gritará boza pronunciada por epulones o jóvenes ante la puerta de una discoteca”.

 “A lo alto se sube bajando”

Ante un silencio que iba creciendo en intensidad a medida que el franciscano iba narrando un testimonio fuertemente interpelante, aseguró que “me encanta que, como Iglesia, nos encontremos en el último puesto de la valoración social, porque boza es grito de señalados, de los últimos, de quienes han conseguido burlar cercos y controles, y no se oirá gritado por los miembros del Ejército marroquí o de la Guardia Civil, al otro lado de la valla, ellos no cantarán victoria, no pueden”.

“Con Jesús y como Jesús, a lo alto se sube bajando, y le estoy hablando a la Iglesia y a los religiosos. Al amor que es Dios, se asciende descendiendo con amor hasta lo hondo de la condición humana…»

Agrelo exhortó al auditorio a “quitarle habitantes al hambre, a robarle víctimas a la muerte, a liberar a los rescatados para cantarles un clamor interminable de triunfo”, para “que los pobres den testimonio de que somos para ellos el pan que les ha preparado el espíritu del Señor”.

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