El desembarco chino en Siria

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El desembarco del gigante asiático en esta orilla del Mediterráneo podría avivar la competencia entre los actores internacionales que se repartirán el pastel de Siria

El gigantesco buque mercante CMA CGM Congo de la naviera estatal china COSCO desembarcaba en octubre de 2018 un millar de contenedores en el puerto de Trípoli, en el norte del Líbano (no confundir con la capital de Libia). Lo que podría parecer una operación logística rutinaria esconde una de las mayores victorias geopolíticas de Pekín. Una ruta directa hacia el mayor contrato de obras públicas del mundo: Siria.

Tras ocho años de guerra civil, el presidente Bashar al Assad avanza en su recuperación del país para reconstruir lo que sus propias fuerzas han devastado con ayuda de la aviación rusa, los tanques turcos y los bombardeos de la coalición internacional, liderada por EEUU, en su campaña contra el Estado Islámico. Según sus propias estimaciones, la factura para reedificar infraestructuras arrasadas y ciudades en ruinas ascendería a unos 200.000 millones de dólares, una cifra similar al producto interno bruto de Grecia.

Como dice Putin, los lazos ruso-chinos han alcanzado probablemente su punto más álgido en toda su historia y se siguen desarrollando, provocando un efecto dominó geostratégico en el resto del planeta

Europa y Estados Unidos han jugado en el bando contrario, por lo que no serán bienvenidos en la reconstrucción de Siria. Esto también quiere decir que ni la Unión Europea ni Washington darán un duro a menos que haya una «transición política» y al Assad deje el poder. Es más, podrían tratar de desencarrilar los esfuerzos para poner en pie la nación árabe, como muestran las actuales sanciones estadounidenses que bloquean las exportaciones sirias o a cualquier transacción financiera que involucre a entidades nacionales de ese país.

Por su parte, Turquía, Irán y Rusia -las tres principales potencias involucradas en la guerra- también lidian con sanciones de la Casa Blanca que ahogan sus economías en diversos flancos y tampoco disponen de recursos en reserva para impulsar una reconstrucción a gran escala. Y aquí entra en escena China.

Músculo diplomático y financiero

Pekín es el único país con las credenciales diplomáticas y el músculo financiero suficiente para convertirse en un inversor realista para esta empresa, según analistas. De ahí que el desembarco de la segunda mayor economía del mundo en Trípoli, a tan solo 35 kilómetros de la frontera con Siria, se haya interpretado como un paso decisivo en la apuesta de Pekín por entrar en Oriente Medio, un área donde hasta el momento no ha sido un actor relevante.

Mientras que los gobiernos europeos y estadounidense retiraron personal diplomático y cerraron embajadas, China mantuvo su legación en Damasco y ambos gobiernos han firmado varios acuerdos de cooperación comercial y económica. Su principal interés en Siria son el acero y otros recursos naturales. La petrolera estatal china CNPC ya ha invertido en la Compañía de Petróleo de Siria y Al Furat Petroleum, dos de las mayores petroleras sirias.

Además, dos centenares de empresas chinas participaron el verano pasado en la feria internacional de Comercio de Damasco y Pekín ha anunciado fondos por 2.000 millones de dólares para invertir en la industria siria y otros 23.000 millones adicionales a través del Foro de Cooperación entre China y los Estados árabes, según datos publicados en ‘The Financial Times’.

En estos planes, China sigue su modelo habitual de financiar proyectos de infraestructuras en el exterior que luego son construidos por contratistas chinos.

Más allá del tema económico, China ha impulsado proyectos sociales en Siria como la entrega de transformadores eléctricos o el programa para que el equipo nacional de baloncesto sirio entrene en Pekín. “China está ganando influencia en la región a través de la inversión económica en lugar de la intervención militar», explica el economista Kamal Hadamice a El Confidencial.

Efecto expansivo

La onda expansiva del ‘efecto China’ en la puja por la reconstrucción de Siria puede tener implicaciones a largo plazo en toda la región, como muestra el ejemplo de Líbano. Para este país, las inversiones chinas en el horizonte son la promesa de un salvavidas para una maltrecha y endeudada economía que el gobierno local trata de encarrilar con el presupuesto más austero de su historia, poniendo en pie de guerra a pensionistas y funcionarios.

Empresas chinas ya han firmado contratos para expandir el puerto norteño de Trípoli, que se convertirá en Zona Económica Especial y contará con un nuevo muelle de 58 millones de dólares y la abricación e instalación de seis grúas pórtico, según datos de la autoridad portuaria. La instalación, que está más cerca de Damasco que los puertos sirios de Tartus y Latakia -tomados por las tropas rusas-, tendrá el potencial para convertirse en la puerta de entrada para materiales pesados, excavadoras y buldóceres con destino Siria.

Teniendo en cuenta que China importa más de la mitad del petróleo que produce Oriente Medio, “el puerto libanés tiene un interés estratégico como punto de acceso clave a África y Europa”, explica Hadamice. Para revitalizar este enclave, China planea construir el ferrocarril Trípoli-Homs, un corredor que Pekín necesita para reducir los tiempos de transporte y evitar tener que transitar por el Canal de Suez, según el experto libanés.

Tocar y repetir

La llegada a Líbano de la China Ocean Shipping Company (COSCO), una de las cuatro navieras más grandes del mundo, es además una pieza clave en la ambiciosa estrategia global china “Belt and Road” (BRI, por sus siglas en inglés) para capilarizar las inversiones del gigante asiático. Las estimaciones apuntan a unos 150.000 millones de dólares año en ferrocarriles, carreteras, puertos y plantas energéticas de Asia a África.

Con esta nueva Ruta de la Seda, Pekín no solo busca impulsar sus exportaciones y ganar licitaciones, sino que también quiere reforzar su peso geopolítico y diplomático en -como muestra el hecho de que China haya preferido utilizar un puerto libanés al puerto de Tel Aviv, evitando el posible malestar de las naciones árabes por llevar material de construcción desde Israel a Siria-.

La iniciativa para financiar infraestructuras en todo el mundo y aumentar el peso global de China es uno de los mayores planes económicos de la historia. Pero Pekín podría haber ido demasiado lejos

El gigante asiático estaría buscando repetir en Siria el éxito logrado en Irak, donde muchas empresas chinas obtuvieron lucrativos contratos de infraestructura en la posguerra mientras el país se aseguraba una nueva fuente de suministro petrolero.

La estrategia la sintetizó la consultora BMI Research en un informe de 2018: «Por un lado, China busca invertir directamente en activos de infraestructura asociados con la industria petrolera iraquí. Por otro, aspira a amasar influencia geopolítica participando en los esfuerzos de reconstrucción en una arteria clave de su iniciativa ‘Belt and Road'».

Fuente El Confidencial 25/06/2019