La cuestión ambiental en tiempos de la COVID-19

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Una de las consecuencias de nuestro modelo de desarrollo, el deterioro ambiental, ha sido abordado en multitud de conferencias internacionales, congresos, campañas, publicaciones, etc. Al mismo tiempo, la problemática ambiental y sus consecuencias han sido ampliamente difundidas en la sociedad a través de los medios de comunicación, habiéndose logrado una «adecuada» sensibilización de la población. Hoy en día, casi nadie discute el origen antropogénico de ese deterioro, es decir, que han sido (y son) las actividades humanas las que lo provocan.

Ante esta situación de degradación ambiental se han propuesto multitud de soluciones basadas en una reducción del consumo, el decrecimiento, el desarrollo de otros modelos de política energética,  uso de energías renovables, propuestas tecnológicas innovadoras, etc. Resulta especialmente llamativa, sin embargo, que la solución más apoyada por numerosos organismos internacionales y fundaciones privadas sea reducir el número de consumidores que se sientan “a la mesa” del planeta. Es decir, se sostiene que la mejor (y casi única) solución “razonable”  es la reducción de las tasas de natalidad, en particular en los países empobrecidos. Simultáneamente, en los países del norte enriquecido, pese a que nos encontramos en pleno invierno demográfico, se quiere vender como solidario que no se tengan hijos “por el bien del planeta”. De ahí la corriente que insiste de forma cansina en el aborto como derecho, el aborto selectivo, la contracepción, las esterilizaciones en países empobrecidos, en definitiva, la implantación de políticas de «salud sexual y reproductiva»[1].

«En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad. No faltan presiones internacionales a los países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de «salud reproductiva (…) Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo… donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar” [Ls 50].

Resulta evidente que se están utilizando las dos ideologías de moda, la de «género» y la «ambientalista», para generar corrientes de opinión que adulteran y perturban la visión de la realidad, los hechos que cotidianamente suceden en el mundo. Así, la cuestión ambiental adquiere una dimensión geoestratégica fundamental para el control de recursos naturales, del agua, las tierras de cultivo, minerales, fuentes de energía,… mientras que la ideología de género configura una nueva antropología que decide y pacta nuevos derechos, priorizando incluso la protección de otras especies frente a los derechos y necesidades de la persona humana. Este cambio antropológico perturba, adormece y tranquiliza conciencias, que permanecen impasibles ante el aumento de personas descartadas, heridas, tiradas a la cuneta por una sociedad opulenta y egoísta como la nuestra.

Esas dos  patas del ecocapitalismo transforman la visión de la realidad y conducen a estilos de vida en los que el hombre (los débiles y descartados, en particular) ha dejado de ser el punto de referencia. En palabras del Papa Francisco, el consumismo deforma el concepto del ser humano y lo considera «como un bien en sí que se puede utilizar y luego desechar[2].

Esta corriente que denunciamos, especialmente peligrosa para los niños y jóvenes, ensalza el «clamor de la tierra» frente al «clamor de los pobres». Es más, oculta, ahoga y silencia el grito de los empobrecidos, aislando realidades que están íntimamente enlazadas y relacionadas. Y es que la cuestión ambiental (y por tanto política, económica, social y cultural) no puede compartimentarse. Es un todo. Veamos algunos ejemplos:

  • El 0’9% más rico del planeta acumula casi el 45% de toda la riqueza[3].
  • La décima parte más rica de la población consume alrededor de 20 veces más energía, en general, que el resto. En lo relativo al transporte, esta décima parte de la población consume 187 veces más combustible que la décima parte más pobre[4].
  • Los países enriquecidos usan más de lo que tienen (huella ecológica muy superior)[5] y, para compensar la crisis ambiental, buscan recursos entre las naciones pobres, donde encuentran enormes porciones de naturaleza y de biodiversidad a su disposición. De esta manera, muchos países empobrecidos subsidian el estilo de vida de una minoría de la población mundial.
  • Apenas 100 compañías -desde 1988- han sido las responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero[6].
  • En relación al estilo de vida, las emisiones del 0,54% de la población más rica del mundo suponen unas emisiones acumuladas equivalentes al 13,6% del total de emisiones[7].
  • En 2004, hasta el 30% de las emisiones globales de CO2 fueron debidas a las exportaciones desde China y otros mercados emergentes a los consumidores de los países desarrollados[8].

Es decir, estos datos ponen de manifiesto que la crisis ecológica no es más que un síntoma visible de una crisis sistémica y estructural, de ámbito mundial, que mantiene una triple dialéctica:

  1. Un conflicto “Norte-Sur” global, donde el Norte enriquecido es el “agente” causal más contaminante, el mayor explotador de los recursos existentes en los países empobrecidos y se resiste a abandonar el modelo de producción basado en energías fósiles.
  2. Un conflicto de poder en las élites del capitalismo Las grandes empresas y Estados han iniciado un proceso de transición hacia las energías renovables y ven en ellas una nueva fuente negocio que afecta a los grandes sectores económicos (energía, automoción, tecnologías de la información, comercio…) y alienta la competencia entre bloques [China / Europa y EEUU, fundamentalmente].
  3. Un conflicto entre dos perspectivas
  • La materialista-transhumanista-tecnologicista, que trata de colonizar todo el planeta y está representada por el sector de los poderosos y enriquecidos.
  • La cristiana-humanista, al frente de la cual se encuentra la Iglesia católica, cada vez más identificada con la suerte de los descartados de la sociedad.

Podemos decir, por tanto, que no existen dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. En esta situación, donde aquellos que aumentaron la degradación ambiental son los mismos que hoy se ofrecen «generosamente» para resolver el problema, se hace necesario promover una auténtica conciencia ecológica integral que defienda a la naturaleza y, de una forma especial y fundamental, al ser humano. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza [Ls139].

Resulta imprescindible la generación de una conciencia ecológica basada en formas de vida austeras y solidarias, tanto con los empobrecidos como con las generaciones futuras. Un ecologismo auténtico que ponga al ser humano en el centro de la creación como custodio digno de esta. El principio de subsidiariedad, además, exige más responsabilidad para trabajar por el bien común a aquellos que tienen más poder [Ls196].

En la situación actual de pandemia se “ha puesto de relieve lo vulnerables e interconectados que estamos todos. Si no cuidamos el uno del otro, empezando por los últimos, por los que están más afectados…no podemos sanar el mundo”[9]. Efectivamente, todo está conectado, todos estamos conectados. La pandemia ha puesto de manifiesto, una vez más, la necesidad de mantener la naturaleza en las mejores condiciones posibles, respetando y cuidando la naturaleza, la flora y la fauna de cada lugar, al tiempo que su «separación» de la actividad humana cotidiana. Las evidencias apuntan a que el SARS-CoV2, el virus responsable de la COVID-19, saltó de algún animal al hombre (igual que sucedió con anterioridad con los virus del SIDA, ébola, gripe aviar, SARS o Zika). La situación de estrés ambiental que hemos creado (deforestación y roturación de bosques, incendios, contaminación, agricultura intensiva con el uso de miles de toneladas de productos fitosanitarios, pérdida de biodiversidad, comercio y consumo de especies animales sin control de ningún tipo, generación de toda clase de residuos,…) no ha hecho más que facilitar esos saltos entre especies.

Así, nuestra preocupación no debe ser únicamente por la naturaleza, sino por todo el sistema físico-natural-social-cultural, nuestra casa común, donde todos nos relacionamos, unos con otros y con la creación. Debemos caminar hacia una relación solidaria y justa con el medio ambiente, que permita la vida digna de todos los hombres, que satisfaga sus necesidades básicas, que permita la conservación de los distintos ecosistemas y sus criaturas, que garantice su contemplación a las generaciones venideras,… y que no esté supeditada a los intereses de una minoría que, como ha sucedido hasta ahora, solo ha pensado en su propio beneficio. En definitiva, ser capaces de vivir una verdadera conversión ecológica integral, que cuide la creación y en la que el clamor de la tierra esté unido al clamor de los pobres. Esta sería la mejor manifestación del amor a la sociedad y del compromiso por el bien común, de poner en valor la caridad política.

por Juan José Marín. Biólogo y profesor universitario de la Universidad de Sevilla

[1]Fewer emitters, Lower Emissions, Less Cost. London Economics of School. Agosto 2009. “Siete dólares por persona   invertidos en planificación familiar durante las próximas cuatro décadas reducirían las emisiones globales de CO2 en más de una tonelada. Conseguir el mismo resultado con tecnologías de bajas emisiones en CO2 costaría un mínimo de 32 dólares por persona”.

– David Attenborough, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2009: «quizá sea ya hora de controlar a la población para permitir la supervivencia del medio ambiente”.

Informe ESTADO DE LA POBLACIÓN MUNDIAL 2009. UNFPA. El acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva se justifica para combatir el cambio climático.

– Princesa Basma de Jordania (6 de febrero 2010): «Población y Salud Reproductiva constituyen factores clave en el proceso de consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio».

[2] Papa Francisco durante la audiencia de bienvenida a los nuevos embajadores de Kirguistán, Antigua y Barbuda, el Gran Ducado de Luxemburgo y Botswana (News.va, 16.V.2013).

[3] Research Institute Global wealth report 2019.

[4] https://www.nature.com/articles/s41560-020-0579-8.

[5] https://wwfes.awsassets.panda.org/downloads/infomeplanetavivo_2020_resumen_1.pdf

[6] https://b8f65cb373b1b7b15feb-c70d8ead6ced550b4d987d7c03fcdd1d.ssl.cf3.rackcdn.com/cms/reports/documents/000/002/327/original/Carbon-Majors-Report-2017.pdf?1499691240

[7] https://www.nature.com/articles/s41558-019-0402-3.epdf

[8] https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2851800/

[9] Segunda catequesis del Papa sobre COVID-19 (12 agosto 2020)