Navidad: Tiempo de Esperanza -Campaña por la promoción de la lectura social-

1709

Siempre hay regalos que llegan a nuestras manos en el tiempo justo. No sabemos quién  escribió este cuento; pero al leerlo percibimos la sensibilidad de una persona que  entiende de espiritualidad de encarnación.

Al nacer en el pesebre, Dios mismo inicia la única revolución verdadera que da esperanza y dignidad a los desheredados, a los marginados, a los empobrecidos: la revolución del amor, la revolución de la ternura. Desde el Belén, Jesús proclama, con manso poder, la llamada a compartir con los últimos el camino hacia un mundo más humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado.

Adviento, tiempo de esperanza…esperamos un acontecimiento único y totalmente singular: la encarnación del hijo de Dios.

Dos palabras claves en este tiempo: cercanía y vigilancia.

Cercanía porque Él quiere acercarse a nosotros, se ofrece, nunca se impone.

Vigilante: Jesús pasa constantemente a nuestro lado y no nos damos  cuenta. Estamos perdidos en tanto hedonismo, tantas vanidades  que corremos el peligro  de perdernos lo esencial.

Este relato nos invita a no ser mediocres, tibios…nos invita a la ESPERANZA como  la virtud del que lucha. Nos invita a ser valientes para AMAR.

Es tiempo de hacer memoria de la cercanía de Dios.

UN MENDIGO EN EL PESEBRE

Anónimo

 

La noche volcaba toda su crudeza sobre las luces de la ciudad. En el rincón desolado de unos almacenes abandonados a su suerte, una luz aterida por el frío se proyectaba sobre una improvisada casa de cartón. En su interior, una arrebujada silueta se removía buscando el calor de una pequeña hoguera que chisporroteaba en la semipenumbra luchando por sobrevivir a la noche.

 

El mendigo era de una edad indefinida, como todos los hombres que han sido abandonados a su suerte, su pelo largo y lacio y sus barbas arremolinadas en torno a su rostro, lo hacían impenetrable al tiempo, sólo su viva mirada delataba que no subiría de los cincuenta. Su delgado cuerpo se arrebujaba en un viejo abrigo repleto de costurones. Atizó la lumbre y desempaquetó un mendrugo de pan junto con un brik de vino y un par de latas de sardinas en aceite. El calor del vino empezó a caldear un poco el interior de su cuerpo.

 

Mientras daba cuenta del trozo de pan y una de las latas de sardinas, empezó a remover dentro de una descolorida mochila y a ir sacando, poco a poco, unas figuritas de Navidad que reposaban en el fondo de la bolsa. El portal de Belén con el niño Jesús, San José, la Virgen, el burrito con la vaca, unos pastorcillos de aspecto alegre y juguetón, los tres reyes Magos a lomos de camellos, todo empezó a tomar posiciones en una esquina de la chabola.

 

Su vista cansada se tropezó con la mirada sonriente del niño Jesús, que parecía ajeno al frío del exterior. Sus ojos se cubrieron de lágrimas, que comenzaron a deslizarse hasta la pequeña figurilla.

 

De pronto, un haz luminoso empezó a surgir de las diminutas manos de arcilla cubriendo con su luz el interior de la chabola. El mendigo comenzó a retroceder a la vez que la figura de barro crecía ante su vista perpleja, hasta alcanzar un tamaño real. Parecía como si el Nacimiento hubiera absorbido el entorno en el que se hallaba y el mendigo empezara a formar parte del nuevo escenario. Su posición al lado del Niño que ahora era real, le hacía sentirse parte de otro tiempo y de otro lugar. El frío había sido sustituido por un reconfortante calor que emanaba del interior del pesebre.

El niño extendió sus brazuelos hacia la figura que rebosaba de una olvidada felicidad y el mendigo desapareció entre luces cegadoras.

 

Ahora, mi nacimiento tiene una figura de un pobre al lado del Niño Jesús,  su pequeño rostro de arcilla tiene una sonrisa oculta entre los pliegues de su barba que enamora a todo aquel que mira esta figurilla.

 

NAVIDAD ES JUSTICIA CON LOS POBRES DE LA TIERRA.

VEN SEÑOR JESÚS, DESPIÉRTANOS DE LA INDIFERENCIA Y LA MEDIOCRIDAD.