ENTREVISTA a MONSEÑOR LABOA

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El PNV es un PARTIDO AMBIGUO lo mismo que ARZALLUZ». Monseñor Laboa, un vasco universal fallecido recientemente, nos habló de Euskadi.
Fue protagonista en Panamá de aquellos diez días de la Navidad de 1989 que agitaron al mundo y tensaron como nunca las relaciones entre EEUU y el Vaticano: como nuncio de la Santa Sede en Panamá se negó a entregar al general Noriega a los dos mil marines que rodeaban el suelo diplomático.

Con 78 años, este donostiarra está considerado como un diplomático estrella, además de obispo. No en vano ha sido testigo de grandes conflictos internacionales y mediador con las «armas» de Dios, en Panamá, Malta, Asunción, Libia… La prensa internacional hablaba de él como «una pesadilla en sotana». Ahora, convaleciente de una enfermedad, repasa su vida con la misma pasión con la que la ha vivido, con la satisfacción de haber peleado para y por Dios. Se le iluminan los ojos al hablar del Papa, al hablar de las causas de canonización que lleva desde la Congregación para los Santos, en especial la de la Madre Mª Pilar, una monjita donostiarra que subirá a los altares el próximo mes de noviembre.

Monseñor Laboa, además, sufre y reza por la pérdida de las raices cristianas de su tierra, el País Vasco, por el terror que provoca Eta… pero con la serenidad del que busca las soluciones con los ojos puestos en el cielo, mira con esperanza al futuro.

El PNV es AMBIGÜO

P.- Monseñor, usted ha vivido de cerca duros conflictos internacionales. Como vasco, como obispo, ¿cómo vive y qué piensa sobre lo que está pasando en esta tierra, con Eta llenando de miedo a España, miles de jóvenes en Jarrai, atentados, poca unidad en política, la posición del PNV?

R.- El PNV era y es un partido ambigüo, lo mismo que Arzallus. Eta quiere un separatismo marxista-leninista para el País Vasco y el PNV se dedica un poco a hacer todo lo posible para no ofender a los de Eta y su entorno. Y lo que va a pasar, es que pronto, el mismo PNV se convertirá después del Estado en su máximo enemigo. La pérdida de las raíces cristianas en el País Vasco ha supuesto que todo esto se radicalice muchísimo. Los jóvenes que tanto necesitan un ideal, sin Dios se entregan por completo a Eta. Han encontrado desde el vacío existencial un ideal trágico que es Eta.

P.- Monseñor, pero esto cada vez va a peor…
R.- Sin duda alguna lo que ocurre en el País Vasco, y en el resto de España, con el terrorismo, es una tragedia. La Iglesia además ahora habla con mucha más claridad de la que hablaba antes. ¿La solución? ¿Lo que ocurrirá? No lo sé, pero algo está claro: hay que tocar más fondo. Asustarse más. Cuando se toque fondo, entonces podrá reconstruirse algo. Hoy, ahora, la mitad de la población del País Vasco está encantada porque creen que a ellos no les van a tocar, y se sienten seguros. Y la otra mitad vive en el miedo. No puedes fiarte de nadie, no puedes hablar con nadie porque no sabes cómo piensa…

ENCARARSE con EEUU

P.- Usted es mundialmente conocido por negarse a entregar a EEUU al general Noriega en Panamá. El presidente George Bush dijo públicamente que nunca el pueblo americano le estará lo suficientemente agradecido por mediar en aquel conflicto… porque si no, hubiera supuesto una segunda guerra de Vietnam.

R.- Fue una situación muy delicada para mí. Primero hay que tener en cuenta que Noriega fue durante 15 años jefe con Bush de la CIA…era un hombre de ellos. Por un lado provocó el nacimiento de la Cruzada Civilista, que era el grupo anti-Noriega. Yo me encontré allá con dos problemas. La invasión de los americanos y la guerra civil en Panamá. En dos dias ya había mil muertos…, realmente fue tremendo… Por otro lado el general Noriega quería que comenzasen las guerrillas… Noriega me envió a un capitán de su Ejército, él estaba en un búnker, y me dijo que si yo le recibía como asilado político, la guerra civil terminaría.

P.- ¿Dejó de lado la diplomacia?

R.- Yo le acogí por humanismo. No como diplomático, porque hasta que él mismo viniera a las puertas de la Nunciatura y me solicitase asilo político, yo podía haberme desentendido. Pero como obispo, sentía la responsabilidad de toda la población que estaba muriendo… Entonces yo, dejando de lado la diplomacia, le recibí, y efectivamente la guerra terminó a las dos horas y no comenzaron las guerrillas. Después, Noriega quería buscar asilo político en algún país, lo cual era imposible. Además los americanos tenían la Nunciatura rodeada con dos mil «marines»… él se dio cuenta de que tenía que entregarse. Y finalmente lo hizo a la justicia de Miami que le buscaba por narcotraficante y allí cumple condena en una «cárcel dorada», con una sentencia de 40 años.

Con GADAFI

P.- Tras esta época fue destinado a Libia por el Vaticano, otro gran conflicto internacional.

R.- EEUU tenía bloqueado interna- cionalmente a Libia y Gadafi pidió la apertura de las relaciones con la Santa Sede… fue esto un reconocimiento mundial del poder moral de Juan Pablo II. Gadafi tenía una gran veneración por la autoridad moral del Papa. Libia estaba entonces sufriendo todo el bloqueo internacional, y las relaciones con el Vaticano supusieron una gran apertura, un favor enorme que hizo la Santa Sede porque hay que tener en cuenta que las presiones norteamericanas fueron realmente increíbles.

Yo con el me entendí perfectamente bien. Me pidió que por favor se enviasen monjas a Libia. Yo le dije que podría ser, pero yo veía que en Libia las religiosas perdían el 80 por ciento de sus energías en adquirir la ciudadanía, a lo que Gadafi respondió sorprendido que no lo sabía. Al día siguiente se emitió un decreto donde se ordenaba que todo religioso o religiosa tuviera automáticamente el estatus de residente al llegar al país. Además, Gadafi me dió total libertad para un nombramiento que yo quería hacer de un nuevo obispo en Bengashi.