ECUADOR: EXODO hacia el «SUEÑO EUROPEO»

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Hacia EE.UU. han marchado entre 700.000 y un millón de ecuatorianos. Las remesas de dinero enviadas por los emigrantes se han convertido en la segunda fuente de ingresos de divisas del país, sólo por detrás de las exportaciones de petróleo.

La quiebra económica y el empobrecimiento progresivo de la población ha provocado que en los últimos diez años entre uno y tres millones de ecuatorianos -el 12% de la población- hayan decidido abandonar su país en busca de nuevas oportunidades de trabajo y de vida en otros países de América del Norte y Europa.

La diáspora de ecuatorianos se ha disparado en los dos últimos años como consecuencia de la gravísima crisis económica, social y política que vive Ecuador y amenaza con ir en aumento, hasta el extremo de que algunos analistas auguran que el país podría perder la mitad de sus habitantes en la próxima década de continuar el actual flujo migratorio.

Según los datos facilitados por las propias autoridades ecuatorianas, al menos 500.000 compatriotas -el 4% de la población- abandonaron el país andino en los dos últimos años para buscar trabajo en el extranjero. Las razones de este éxodo masivo hay que buscarlas primero en la crisis económica desatada en Ecuador en 1999 cuando la tasa de inflación se situó por encima del 100% y la moneda nacional -el sucre- se depreció un 197% frente al dólar, provocando la quiebra del sistema bancario y obligando a las autoridades ecuatorianas a decretar la congelación de todos los depósitos bancarios.

Muchos ecuatorianos perdieron sus empleos, se les privó de disponer de sus ahorros y vieron reducida su calidad de vida tras la devaluación de la moneda ecuatoriana, que depreció sus ahorros y, al mismo tiempo, encareció sus deudas en un 400%. Con un desempleo por encima del 20% y un subempleo que en algunas regiones del país supera el 60%, las condiciones de vida de muchos ecuatorianos se tornaron dramáticas.

Según las estadísticas del Banco Central de Ecuador (BCE) referidas tan sólo a las tres principales ciudades del país, en Guayaquil la tasa de subocupación y desocupación se ha mantenido bordeando el 85% , mientras que en Quito tiene un promedio del 58% y en Cuenca supera el 65,5%.

Una de cada tres personas que trabajan gana un salario base de 96 dólares (unas 17.000 pesetas) y se estima que el 42% de la población vive con un dólar al día. El problema es que la cesta de la compra sale por unos 300 dólares (54.000 pesetas) y la llamada «cesta de pobreza», es decir, lo mínimo para subsistir, por 85 dólares (15.300). Si se pone como ejemplo el sueldo medio de un maestro es de 110 dólares (19.800 pesetas), se comprenderán las dificultades que la mayoría de los ecuatorianos tienen para subsistir.

La crisis económica provocó también una crisis política e institucional, que forzó la dimisión del anterior presidente, Jamil Mahuad, a través de un golpe incruento protagonizado por los militares, que decían respaldar a los movimientos indígenas en sus reivindicaciones sociales. Amplios grupos de población mostraron su descontento por la congelación de los depósitos bancarios y la dolarización de la economía -sustitución del sucre por el dólar-, protagonizando grandes manifestaciones en las calles de las principales ciudades del país.

La asunción del poder por el entonces vicepresidente, Gustavo Novoa, no ha hecho decrecer la crisis social en Ecuador y en los últimos meses se han repetido las protestas de los indígenas ante el incremento de las tarifas de la luz y los hidrocarburos. El ecuatoriano de a pie no comprende cómo un país considerado productor de petróleo -su volúmen de producción se sitúa en los 145 millones de barriles, de los cuales exporta 84 millones (aproximadamente el 58%)- tenga que recurrir al incremento de las tarifas para pagar su factura energética. La participación de las ventas de petróleo en los ingresos del gobierno ha ascendido a 48% en los últimos años y casi el 8% del PIB ecuatoriano depende de este producto, que reporta a las arcas del Estado unos 1.500 millones de dólares al año.

Por si fuera poco, Ecuador se ha transformado en el cuarto país con más raptos y secuestros de personas a nivel mundial. Sólo en los tres últimos años las cifras se han duplicado de 1.600 a casi 3.000 delitos de este tipo en 1999. Los más afectados han sido los hijos de familias adineradas y los extranjeros, que son retenidos por movimientos guerrilleros, narcotraficantes y bandas de delincuentes comunes, que luego cobran cuantiosos rescates.

Repartidos por el mundo

Hasta hace unos años, EE.UU. se presentaba como «El Dorado» para los miles de ecuatorianos que deseaban huir de la miseria. Frágiles barcos de pesca, atestados de ecuatorianos, surcan el océano Pacífico hacia las costas centroamericanas, puente a EE.UU. en una odisea similar a la de los balseros del Caribe. Muchos logran alcanzar la frontera estadounidense pero otros muchos perecen en el intento, como el reciente caso de tres ecuatorianos que murieron tras permanecer 24 días encerrados en las cámaras frigoríficas de un barco de carga que ellos pensaban que les llevaría a Nueva York pero cuyo destino era un lejano puerto de Croacia. Algunos emigrantes, que se embarcan como polizones en distintas embarcaciones, no resisten el viaje y mueren, siendo entonces lanzados al mar por los dueños de los barcos. La Vicaría de Cuenca, la ciudad principal de Azuay, denunció la desaparición de más de 300 personas durante 1999, destacando el caso de un grupo de 26 ecuatorianos que emprendió un viaje en barco a Guatemala y que no llegó nunca a arribar a la costa.

Se estima que entre 700.000 y un millón de ecuatorianos se encuentran en EE.UU., una gran mayoría de ellos en Nueva York, y su número aumenta cada año. En octubre del pasado año más de 25.000 ecuatorianos participaron en la lotería de visas que cada año convoca ese país.

Sin embargo, las restricciones legales que impone la embajada de EE.UU. para obtener la visa, el alto coste que supone el viaje hacia el vecino rico del norte (el viaje a EE.UU puede costar hasta 8.000 dólares, cuando el salario mínimo apenas alcanza los 133 dólares) y las historias sobre desgracias de quienes intentaron ingresar ilegalmente en ese país han hecho que los inmigrantes ecuatorianos hayan cambiado el «sueño americano» por el «sueño europeo».

La diáspora de ecuatorianos se ha orientado en los últimos años hacia el viejo continente, fundamentalmente a países como España, Italia, Alemania, Reino Unido y Holanda. España se ha convertido en la nueva puerta de escape para los ecuatorianos que se ven empujados a dejar su país, y no precisamente por obra del azar.

Emigrar a España tiene algunas ventajas a tener en cuenta. Además de que el coste del billete es menor que a EE.UU. las similitudes sociales y culturales, tales como la sangre -a pesar del mestizaje-, el idioma común y la religión católica, son puentes valiosos para una emigración con menos dificultades. Además, los trabajadores de provincias agrícolas de Ecuador, como El Oro o Loja, dueños de pequeñas propiedades en las que cultivan frutas y hortalizas, consiguen adaptarse fácilmente a las formas de producción de regiones españolas, como Extremadura o Murcia.

La migración ecuatoriana a España se ha visto favorecida, además, por viejos convenios migratorios por los cuales los ecuatorianos pueden entrar en España con un visado de turista. Si en 1995 la cifra de ecuatorianos legalmente establecidos en España era de 1.963, la cifra se disparó en diciembre de 1999 a 12.933 y el pasado año, tras el proceso de regularización llevado a cabo por el gobierno español, se calcula que el número de residentes ecuatorianos legales se ha ampliado en 20.000 personas más. A ellos habría que sumar los que se encuentran ilegalmente o «sin papeles» en España, cifra que el gobierno de Ecuador calcula en unos 50.000 pero que la asociación hispano-ecuatoriana «Rumiñahui» cree que supera ampliamente los 100.000.

Mientras tanto, la embajada de España en Quito ha tenido que ampliar sus instalaciones y dotarse de más personal para atender el aluvión de peticiones de visado de ecuatorianos que de sean viajar a España. La legación diplomática española, que en 1999 otorgó 5.457 visados y más de 6.000 el pasado año, atiende cada día a unas 400 personas que desean informarse o arreglar sus papeles para viajar a España.

Otros países europeos han sido también elegidos como destinos alternativos por los ecuatorianos. En 1999, Holanda se convirtió en el destino preferido -por delante incluso de España- para los emigrantes ecuatorianos, según se desprende de las cifras de las autoridades. En el primer semestre de 1999 viajaron hacia Holanda 14.071 ecuatorianos, siendo los meses de mayo (3.479) y junio (4.387) los de mayor flujo migratorio.

Italia, Reino Unido y Alemania también han visto llegar oleadas de inmigrantes ecuatorianos en los dos últimos años por la oferta de empleos en actividades relacionadas con servicios, la agricultura y, en menor medida, la artesanía y la industria. Se trata de empleos que los europeos de edad activa no estarían dispuestos a desempeñar, ya sea por tratarse de trabajos degradantes, temporales, o bien porque se trata de empleos de baja remuneración en relación a los promedios europeos.

Fuente de ingresos

La emigración tiene, sin embargo, otra cara para la economía de Ecuador. Las remesas de dinero enviado al país por los emigrantes en el extranjero se ha convertido en la segunda fuente de divisas del país andino, por detrás sólo de la industria petrolera.

Según el Banco Central de Ecuador, el dinero que envían los emigrantes supone la entrada en el país de 1.300 millones de dólares anuales en divisas mientras que los ingresos por la venta de petróleo alcanza los 1.500. Así las cosas, la «exportación de mano de obra barata» se ha convertido en la segunda actividad económica de Ecuador, relegando a las exportaciones de plátanos, camarones, café, cacao o las flores.

Estos ingresos de divisas procedentes de los inmigrantes está permitiendo al Gobierno ecuatoriano sostener de forma decisiva el proceso de dolarización aplicado emprendido desde el pasado año. La repatriación de los miles de ecuatorianos en España y en el resto de Europa podría suponer un alto costo y un grave problema para la nación andina, en unos momentos en los que su economía se encuentra prácticamente destruída. Es por ello por lo que el Gobierno ecuatoriano ha presionado a España para que regularice la situación de los miles de indocumentados y les permita seguir trabajando y residiendo en el país.

El flujo migratorio ha permitido que la tasa de desempleo en Ecuador se redujese del 20 al 10,3% el pasado año, según datos del BCE, y que el Producto Interior Bruto (PIB) creciese un 2% con previsiones de que este año se expanda entre el 3 y el 3,5%. Esa reducción del índice de paro se achaca al hecho de que cerca de 500.000 personas hayan abandonado el país en los últimos 24 meses y que el 82% de esos emigrantes tengan entre 15 y 45 años, que comprenden el grueso de la fuerza laboral del país.

En el último año, la Población Económicamente Activa (PEA) registró una baja de 9.600 personas en Quito, Guayaquil y Cuenca, pese a que la población sigue creciendo. Un ejemplo del fenómeno migratorio es lo que sucede en la ciudad de Cuenca. De acuerdo al Vicepresidente de la Cámara de Industrias de dicha ciudad, Javier Abad, un 4% del personal cualificado renuncia mensualmente a trabajar en las industrias locales.

El éxodo de ecuatorianos está vaciando las ciudades y pueblos de muchas regiones de Ecuador. En muchos pueblos, como Sigsig, Gualaceo, Checa o Chiquintad, por citar solo algunos ejemplos, la mayoría de sus habitantes son mujeres, niños y ancianos que viven de los envíos de dólares que les realizan desde el exterior sus esposos, hijos o padres. En Cojitambo, por ejemplo, una ciudad que debería tener una población de entre 12.000 y 13.000 habitantes, tan sólo tiene 4.400, ya que el resto ha emigrado al extranjero.

Las remesas de dinero que van llegando de ultramar anima a otros muchos ecuatorianos a endeudarse, vendiendo sus pocas propiedades, para pagarse el billete a Europa en una suerte de ruleta rusa que se juega en las ventanillas de inmigración de los aeropuertos.