DE CRIMINAL A MONJE BENEDICTINO DESPUÉS de su CONVERSIÓN

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Vallejo-Nágera recoge en su último libro el testimonio «absolutamente real» de un converso.De terrible criminal a místico benedictino. De drogadicto cruel a testigo del Evangelio. De esclavo de Satanás a siervo de Cristo. Éste es el retrato a grandes rasgos de Albert Wensbourgh, un inglés cuya vida parece una película de ficción, pero que es tan auténtica como todos los expedientes médicos que acreditan su cordura. La escritora María Vallejo-Nágera recoge en su último libro, «Un mensajero en la noche» (Editorial Belacqua) el testimonio asombroso de este místico del siglo XXI y describe, bajo el seudónimo de «Clara», punto por punto las entrevistas que mantuvieron.



Por José A. Méndez
Fuente: La Razón ( 11-2-2004)

«He asaltado a mano armada, he engañado, estafado, robado en casas privadas, almacenes y grandes fábricas. También he robado coches…». Por todos estos delitos, Albert Michael Wensbourgh fue condenado a 25 años en las peores prisiones de Inglaterra. Una vida marcada por la delincuencia, la droga, el alcohol, la violencia, la pornografía, los abusos sexuales que sufrió en su infancia y una familia rota en mil pedazos. Una vida de odio y sufrimiento. Sin embargo, en la madrugada del 1 de enero de 1997, Albert Wensbourgh experimentó una vivencia increíble pero auténtica, según demuestran los informes médicos que certifican que no sólo no mentía, sino que era inteligente, cuerdo y equilibrado. Una experiencia mística que le hizo volver sus ojos a Dios y convertirse en monje benedictino dedicado por entero a una misión santa.

Este relato, propio de cualquier película de ciencia ficción aunque totalmente real, es el que recoge el último libro de María Vallejo-Nágera, «Un mensajero en la noche», publicado recientemente por la editorial Belacqua. Una obra escalo- friante por su veracidad, capaz de remover la conciencia del lector más frío e insensible. El texto intercala el estilo literario de la novela con la agilidad de la entrevista, y destapa, poco a poco, los secretos de una vida apasionante.

El olor del Infierno

Violado repetidas veces en su juventud, Albert Wensbourgh pronto se convirtió en un asiduo del crimen y de la extorsión. Marihuana, crack, alcohol, pornografía… cualquier tipo de vicio era válido si con eso podía afrontar la crueldad de su vida. Las visitas a los juzgados se sucedían, aunque no con la misma frecuencia que los delitos. Un intento de robo con arma de fuego y rehenes incluidos fue la puntilla de su carrera criminal y el que movió a un juez inflexible e inmisericorde y, a todas luces, justo a condenarle a 25 años de prisión. De la sentencia sólo cumpliría 14, aunque en las cárceles más temidas de Inglaterra, encerrado junto a violadores, maníacos sexuales y asesinos, entre el «pestilente y familiar olor a cañería podrida y a heces mal recogidas, a esperma seco en las paredes y a alimañas putrefactas. El olor del infierno». Las prisiones de Durham, Everthorpe o la celda número ocho del ala C de Wakefield, una cárcel altamente peligrosa, fueron su hogar durante más de una década, y en ellas se granjeó el respeto de los presos, primero infligiendo miedo y después sirviéndoles de consuelo y consejero espiritual.

Tal y como señala el libro, la noche del 1 de enero de 1997 vivió una experiencia que cambiaría su vida de forma radical y sorprendente. Albert Michael Wensbourgh fue visitado por «un ángel real». No una confusión fruto de las drogas ni una enajenación mental. Así consta en todos los informes clínicos que voluntariamente solicitó y que acreditan una total lucidez y sinceridad. «Me di cuenta de que algo sobrenatural y fuera de mi entendimiento estaba produciéndose ante mis propios ojos. Me atemoricé terriblemente y recuerdo que, en mi miedo, me levanté de un brinco y corrí a acurrucarme en una esquina de mi celda, intentando protegerme la cabeza con ambas manos». Era una luz tan potente como para despertar a los presos de las celdas contiguas, entre las que se dibujaba la presencia física de una figura humana. Albert asegura haberlo visto con una total nitidez, y sus descripciones resultan abrumadoramente precisas, muy lejos de tópicos. Eso sí, «no tenía alas. Yo no las percibí. Pero sí muchos rayos de luz que parecían salir disparados de su espalda». Su vida cambió totalmente, y tras reconocerse a sí mismo la veracidad de tal experiencia, emprendió un camino de santidad desde su condición de presidiario hasta convertirse en monje benedictino del monasterio inglés María, Reina de la Paz. En septiembre del año 2001, cuando las torres gemelas de Nueva York eran aún un amasijo de hierros, muerte y confusión, María Vallejo-Nágera tuvo la posibilidad de entrevistar a Albert y recoger sus conversaciones para escribir un artículo en el rotativo británico «Sunday Express».

Un místico de carne y hueso

En septiembre de 2003, Vallejo-Nágera publicó el relato completo en este libro lleno de sorpresas, un texto que ya va por la quinta edición. Su testimonio es un signo de esperanza para quienes lo creen todo perdido y supone un motivo de reflexión para los partidarios de la pena de muerte. Podrá convencer o no la veracidad de esta «aparición», pero es indudable que el enorme sentido religioso de sus páginas gira en torno a un hombre que se acostó siendo un criminal y amaneció convertido en místico.

Después de muchas gestiones, problemas de publicación y cambios de editorial, María Vallejo-Nágera ha sacado a la luz el apasionante relato de un místico de hoy en día. Sin embargo, los escépticos encuentran un problema en el ejemplo de conversión real que supone el caso de Albert Wensbourgh. Para muchos, la riqueza de este libro está en que, a pesar de que cambie ciertos nombres para preservar la intimidad de los monjes, a diferencia de otros como «El Codigo da Vinci» o «Caballo de Troya», presenta una imagen de Dios basada en un hecho real, apoyada en una vida coherente y avalada por documentos científicos. La polémica está servida.

«ME FIÉ DE ÉL PORQUE ORABA»

Ante un testimonio como el que narra, la duda surge inevitablemente: ¿Es realmente cierto lo que contó Albert? La sombra de una alucinación o de una locura transitoria planea sobre cada página del libro, sin embargo, María Vallejo-Nágera, la autora del libro, que convivió con él durante casi un año, lo tiene muy claro: «Estudié todos los exámenes clínicos que él había solicitado de forma voluntaria. Albert temió haberse vuelto loco, pero absolutamente todos acreditan su cordura y su sinceridad. Además, el abad del monasterio, un hombre muy culto que hablaba 5 idiomas, era también psiquiatra. Al principio sentí incredulidad, incluso miedo, pero luego fue surgiendo una amistad muy fuerte. Me fie de él porque vi que oraba. Era un ser bondadoso, que trabajaba para la gente más pobre. Él se preocupó mucho de que su historia se conociese entre los estratos más bajos de la sociedad, especialmente entre los presos», confirma.