El plan África y la inmigración: Quién invade a quién

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Repugna la retórica de los perversos, repugna el ‘Plan África’ al que, eso sí, hay que agradecerle su firme posición sin tapujos. ‘Quién invade a quién’, pero también ‘quién entiende a quién’, ‘quién vota a quién’, y por consiguiente: ‘quién es cómplice de quién’…

Este Plan de Acción para el África Subsahariana, o Plan África, elaborado por el Gobierno Español, fue aprobado en el 2006 en plena intoxicación mediática contra las «avalanchas» de los cayucos y pateras provenientes de África. A pesar de que el 95% de las personas que llegan al estado español con la intención de residir más de tres meses (llamadas inmigrantes) no lo hacen por mar, sino por carretera y avión, el bulo ya estaba en todas las portadas.

No importa que los datos y el día a día nos muestren otras realidades, como que casi la mitad de las personas que han llegado al estado español con intención de residir forman parte de la Comunidad Europea, y «que el número de inmigrantes extracomunitarios en el estado español no supera el 8% de la población y que, de estos, una minoría (aproximadamente el 4%) proviene de África» [1]. Tampoco importa que la inmigración ilegal sea precisamente la que este plan promueve, con los desplazamientos nocivos de una horda de afanosos con corbata protegidos por asesinos a sueldo [2]. No es que el «Plan África» invente la estrategia del expolio, ni que suponga una innovación en el juego de camuflar el pillaje con la cara amable de la cooperación y el desarrollo, pero lo que tampoco hace es salir de esa dinámica tan nefasta, aquí y allí.

El objetivo es muy claro, y así nos lo dice el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación en el Plan África: «Reforzar y diversificar los intercambios económicos, así como fomentar las inversiones, sin olvidar la creciente importancia estratégica de la región subsahariana, y en particular el Golfo de Guinea, para nuestra seguridad energética y las oportunidades de negocio en el sector de hidrocarburos para las empresas españolas.» Por eso Eduardo Romero, que ha escrito el libro Quién invade a quién. El Plan África y la inmigración (Cambalache, 2006), no está siendo demagógico, sino todo lo contrario, cuando afirma: «El Plan África, presentado como un proyecto global de ayuda al desarrollo del continente africano, es la máxima expresión de los intereses de penetración económica de las multinacionales españolas. […] Las multinacionales, con el gobierno a su servicio, pretenden participar de la nueva colonización de África» (p. 12).

Eso sí, la retórica del buen samaritano debe constar en todo objetivo de un gobierno progresista. Nos aseguran en el Plan que «el apoyo a la participación de empresas españolas en la explotación de los recursos de hidrocarburos de África», se realiza «con vistas a reforzar la seguridad energética de España y de manera sostenible y beneficiosa para el desarrollo económico y social de África».

Como nos dicta el sentido común, un plan que gusta a todos no es un buen plan. De ahí la perversión. De ahí la crítica. Y de ahí también, desgraciadamente, su aceptación entre los empresarios y expertos en seguridad. Porque si el Plan África tiene como principal objetivo el de enriquecer a unos pocos empobreciendo a la mayoría, su otro propósito es el de controlar esas masas que ellos mismos han contribuido a desesperar. El «flujo de inmigración ilegal», un concepto tan apreciado por esta clase de perversos y sus lacayos mediáticos, debe controlarse: la tecnología y los recursos financieros y humanos para parar lo imparable…

Vuelve Eduardo Romero a no ser demagógico, sino lúcido y eficaz, cuando a propósito de esta estrategia escribe: «¿En qué se diferencian las políticas de inmigración del PP y del PSOE? […] Ambos partidos vinculan la inmigración a los intereses del mercado de trabajo. Ambos son responsables de la violación de los derechos humanos y de la militarización de la frontera. Ambos han creado las condiciones políticas para que cientos de miles de inmigrantes sin papeles sean explotados sistemática y masivamente. Ambos saben que esa es una de las condiciones para ser competitivos. Y, para ambos, la competitividad de la economía española, es decir, la precarización, la deslocalización, la privatización, la destrucción de la agricultura campesina o la defensa de los intereses de las multinacionales españolas, es central en sus políticas» (pag. 12). Un imaginario economicista que llega más lejos: «Desde la izquierda parlamentaria y desde los sindicatos mayoritarios, la interiorización del discurso de la competitividad, es decir, la apología del capitalismo, ofrece atajos para la defensa de los derechos de las personas inmigrantes: ’el mercado de trabajo puede absorber más inmigrantes’, ’la inmigración impulsa el crecimiento de la economía española’, ’contribuye a la viabilidad de la Seguridad Social’…

Estas reflexiones incorporan plenamente la concepción de las personas inmigrantes como fuerza de trabajo precaria cuya función es fortalecer la competitividad de la economía española. Del mismo modo una visión absolutamente acrítica del papel que ha cumplido y cumple la ayuda al desarrollo, permite defender su incremento como la solución en origen del problema de la inmigración» (pp. 59-60). Sin ir más lejos, Gaspar Llamazares (Grupo Parlamentario de Izquierda Unida – Iniciativa per Catalunya Verds) afirmaba: «Nosotros somos partidarios, por una parte, de la solidaridad y cooperación en origen, dentro de lo que puede ser el Plan África en estos momentos o incluso planes más ambiciosos» [3].

Tenemos la enorme suerte de tener prisa sin estar apresurados, podría apuntar la canción. Por eso es importante que vaya calando la reflexión crítica en torno a este tipo de inercias coloniales. Un mensaje de vínculos y reacciones que comprenda la lucha por el decrecimiento, desmitifique el significado de riqueza, recuerde el colonialismo y amortigüe todavía hoy sus consecuencias. El libro Quién invade a quién es una buena herramienta que viene a completar todas las críticas aparecidas tras la aprobación del Plan África [4], además de fortalecer el imprescindible aunque reducido material de denuncia sobre el papel del estado español y las empresas en el continente africano.


[1] Iolanda Fresnillo: «Entre cayucos i inversions. Del Pla Àfrica, el deute extern i altres mecanismes d’empobriment», Observatori del Deute en la Globalització, 21 de marzo del 2007.

[2] Jozé Bape: «El uranio y los inmigrantes ilegales (del neocolonialismo) en El Dorado africano: el caso de Francia en Níger», oozebap.org/text, octubre 2005.

[3] Intervención en el Congreso de los Diputados el 23 de mayo del 2006, citado en Quién invade a quién, p. 60.

[4] Que se suman a las peticiones para que se anule la deuda externa, que los países africanos han devuelto con creces a pesar de que todavía se les obliga a continuar pagando.