Agresiones a los inmigrantes empobrecidos en Tanger

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Como testigo y víctima de estas agresiones Helena Maleno, ante la pasividad de la policía marroquí. Las agresiones a los inmigrantes empobrecidos son algo habitual como ejercicio del control de fronteras que hacen los países periféricos a la Europa enriquecida.

Ronda la medianoche junto a la mezquita del barrio de Boukhalef, en Tánger. Unos 50 marroquíes armados rodean a la cooperante española Helena Maleno. La empujan, le descubren los pechos, la golpean. Los policías marroquíes permiten la agresión. «El comisario se reía mientras me atacan» afirma.

Cree que el ataque, que inicialmente parecía dirigido contra un grupo de subsaharianos que residen en el barrio de Boukhalef, pudo haberse organizado en represalia contra ella por las declaraciones que realizó hace unos días, en las que confirmaba que, durante 48 horas, los policías marroquíes no hicieron nada para impedir que más de un millar de inmigrantes saliera rumbo al Estrecho.

«Mis atacantes estaban compinchados con los policías. Todo pasó delante de la policía, que se negó a intervenir. Sólo miraban», recalca. No sólo no hicieron nada las fuerzas de seguridad del país vecino, sino que la persona que estaba al mando del dispositivo, el comisario, se rió de ella y le dijo que «estaba provocando».

Todo empezó, de hecho, con un rumor interesado, parecido al que, hace una semana, difundieron los propios policías marroquíes para que los subsaharianos hincharan a toda prisa las lanchas neumáticas y se lanzaran al agua. Anteayer por la tarde, comenzó a correrse la voz por el barrio de Boukhalef de que se habían fletado «unos autobuses que llevaban a España».

En este barrio viven de forma provisional muchos inmigrantes que esperan para cruzar el Estrecho y muchos de ellos se creyeron, esperanzados, que el camino a Andalucía volvía a estar despejado. «Decían que el contrato de vigilancia se había terminado y que ahora era la libre circulación». Los subsaharianos se llamaban unos a otros y una veintena de mujeres, acompañadas de sus hijos, se montaron en los autobuses sin saber realmente a dónde iban.

Resultó que todo aquello era un bulo. Los autocares se dirigían al festival Twiza de cultura africana, donde simplemente se estaba repartiendo comida y regalos. Nada de viajes gratis hasta Europa. Las mujeres regresaron decepcionadas y, a las puertas del barrio, se encontraron hacia las 18.00 horas con contenedores volcados y con un grupo de hombres marroquíes con machetes y palos. Eran los mismos que, horas después, atacaron a Maleno.

Estos individuos les quitaron las ropas y les robaron los teléfonos móviles y otras pertenencias, al tiempo que quemaban las puertas de las casas. La activista española se presentó allí, llamó a la policía y al Consejo Regional de Derechos Humanos de Tánger, los agentes acudieron y la cosa aparentemente se calmó.

Pero por la noche, hacía las 23.00 horas, Maleno volvió a recibir una llamada de aviso. «Nos están matando, Helena», le alertaron los inmigrantes. Ella volvió a avisar a la policía y se desplazó al mismo lugar, cerca de la mezquita. Allí había decenas de subsaharianos a los que estaban agrediendo los mismos atacantes de por la tarde. Los policías habían llegado ya, pero no intervenían.

«Había varios grupos organizados, al menos tres. El grupo que me rodeó, de unas 50 personas, estaba liderado por tres individuos y uno de ellos fue el que me agredió. Todos iban armados; es decir, preparados. Puedo reconocerlos», asegura.

Los individuos lanzaban piedras y blandían machetes. Maleno dice que uno de los policías la reconoció y le dijo a uno de los atacantes: «Es la española, es la española, ella ha llamado». Y entonces la agresividad del grupo se volvió contra ella.

Fuente: Diario El mundo (*Extracto)