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EEUU se mete en la disputa por los preciados recursos de la R.D del Congo, una país con 7 millones de desplazados que huyen de la miseria y la guerra permanente.
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Donald Trump vende un acuerdo de paz definitivo entre Ruanda y RD Congo pero eso todavía hay que demostrarlo.
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Sí, hay acuerdo de paz (EEUU, Ruanda, R.D Congo). Pero aunque sí que incluye la promesa de fin de las hostilidades, es poco creíble porque no incluye ni al M23, que sí está sentado en las negociaciones en Doha lideradas por Catar, ni a los Wazalendo, las milicias de autodefensa congoleñas.
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Nota: «Wazalendo» es un término suajili que significa «patriotas» o «nacionalistas». En el contexto de la República Democrática del Congo (RDC), se refiere a una coalición de grupos rebeldes y fuerzas irregulares aliadas con el ejército congoleño (FARDC) y opuestas al grupo rebelde M23
1. ¿Por qué y cómo se llegó a este acuerdo?
Desde diciembre de 2024, el grupo rebelde M23 –uno de los muchos que operan en el este del Congo– ha tomado el control de las capitales provinciales Goma y Bukavu, intensificando los disturbios en una región plagada de conflictos armados y disputas mineras, mientras afirma que está protegiendo a la minoría tutsi.
El conflicto ha interrumpido el suministro de alimentos, medicamentos y otros materiales humanitarios a las zonas afectadas. Muchos lugares permanecen inaccesibles debido a la inseguridad, lo que deja a las personas desplazadas sin recursos básicos.
El Congo ha acusado durante mucho tiempo a Ruanda de respaldar a los rebeldes del M23, mientras que Ruanda lo ha negado sistemáticamente.
Ruanda también acusa al ejército congoleño de aliarse con los rebeldes de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR), cuyos miembros son culpados del genocidio de 1994.
En marzo, el presidente congoleño, Félix Tshisekedi, y su homólogo ruandés, Paul Kagame, pidieron un alto el fuego durante unas conversaciones sorpresa mediadas por el emir de Qatar en Doha.
En abril, la ministra de Asuntos Exteriores del Congo, Therese Kayikwamba Wagner, y su homólogo ruandés, Olivier Nduhungirehe, firmaron una declaración en Washington, mediada por Estados Unidos. El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, asistió al evento.
Las dos partes se comprometieron a respetar la soberanía de cada una y a redactar un acuerdo de paz para poner fin a las hostilidades en el este del Congo.
En el mes de junio, en Washington, equipos técnicos de ambos países rubricaron un borrador de acuerdo en presencia de la subsecretaria de Asuntos Políticos de Estados Unidos, Allison Hooker, antes de la firma ministerial formal celebrada el viernes, que fue presenciada por Rubio.
«Agradecemos su presencia, y es fundamental. Este es un momento importante después de 30 años de guerra», declaró el secretario de Estado estadounidense en la ceremonia de firma.
El ministro de Asuntos Exteriores de Ruanda dijo que “se ha alcanzado un punto de inflexión” con el acuerdo.
La ministra de Asuntos Exteriores congoleña, por su parte, lo calificó de “punto de partida, no de objetivo final”, y prometió que Kinshasa “luchará con seguridad y determinación para que se respete este acuerdo”.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, firmó cartas al presidente ruandés Kagame y al presidente congoleño Tshisekedi, felicitándolos por la solución del conflicto e invitándolos a Washington. El Proceso de Luanda, una iniciativa diplomática regional, sentó las bases al elaborar un «Plan Armonizado» para desmovilizar a los combatientes rebeldes y reducir las tensiones. El nuevo acuerdo se basa directamente en esta hoja de ruta y en la Declaración de Principios de Washington del 25 de abril.
2. ¿Cómo pretende el acuerdo resolver la guerra?
El Congo y Ruanda se comprometieron a respetar la integridad territorial de cada uno y a poner fin a todas las acciones hostiles, desde operaciones militares transfronterizas hasta el apoyo a grupos armados; el Congo se comprometió a neutralizar las FDLR y Ruanda acordó retirar sus tropas y desmantelar las defensas fronterizas en un plazo de tres meses.
Según el acuerdo, ambas partes tienen prohibido respaldar a grupos rebeldes como el M23 y están obligadas a apoyar los esfuerzos para desarmar, desmovilizar y verificar la identidad de los combatientes antes de cualquier reintegración a la vida civil o a las fuerzas estatales.
El acuerdo prevé la creación de un Mecanismo Conjunto de Coordinación de Seguridad en un plazo de 30 días, que reunirá a oficiales militares y de inteligencia de ambos países para rastrear a los grupos armados, compartir información de inteligencia y supervisar su cumplimiento. Estados Unidos y Qatar actuarán como observadores.
El conflicto ha desplazado a millones de personas, y el acuerdo incluye disposiciones para el retorno seguro de refugiados y desplazados internos, además de garantías para el acceso humanitario. Ambos gobiernos se comprometieron a colaborar con la ONU y las agencias de ayuda para apoyar a las comunidades afectadas.
Las partes acordaron cooperar con la MONUSCO, la misión de paz de la ONU en el Congo, reconociendo su papel en la protección de la población civil. El acuerdo también creó un Comité Conjunto de Supervisión, integrado por Estados Unidos, la Unión Africana y Qatar, para supervisar la implementación y mediar en cualquier disputa.
Más allá de la seguridad, el acuerdo establece una agenda con visión de futuro. En un plazo de tres meses, el Congo y Ruanda pondrán en marcha un Marco de Integración Económica Regional destinado a impulsar el comercio transfronterizo, formalizar las cadenas de suministro de minerales y desarrollar proyectos económicos conjuntos. Se espera que la iniciativa involucre a inversores estadounidenses, así como a organizaciones regionales africanas como la Zona de Libre Comercio Continental Africana, la Comunidad de África Oriental, el Mercado Común para África Oriental y Meridional y la Conferencia Internacional sobre la Región de los Grandes Lagos.
La paz en la región de los Grandes Lagos ha sido difícil de alcanzar, ya que los acuerdos previos se han visto obstaculizados por la desconfianza y la persistencia del conflicto armado. La implementación de este acuerdo depende de tareas complejas y políticamente sensibles. El resultado dependerá en gran medida del compromiso de ambos países y de sus socios regionales e internacionales.
3. Amnistía Internacional denuncia el acuerdo porque no tiene en cuenta a las víctimas.
El acuerdo no aborda la justicia para las víctimas de crímenes graves al no incluir ninguna disposición destinada a exigir cuentas a sus autores, afirmó Amnistía Internacional el martes.
El acuerdo, firmado el 27 de junio por los ministros de Asuntos Exteriores congoleño y ruandés en Washington DC, genera esperanzas de poner fin a los intensos combates en el este del Congo, según los funcionarios.
El acuerdo también exige el cese de las hostilidades entre los ejércitos de los dos países vecinos.
Sin embargo, en una declaración, Amnistía Internacional afirmó que cuando los violadores de los derechos humanos no son investigados ni llevados ante la justicia, se genera un círculo vicioso de abusos en el que los civiles pagan el precio, y esto debe cesar para que la seguridad sea sostenible.
“Sin abordar la impunidad por los horribles crímenes cometidos en el este de la República Democrática del Congo, el acuerdo perdió la oportunidad de abordar decisivamente una de las causas de larga data del conflicto”, dijo Agnes Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional.
Amnistía Internacional afirmó que desde la firma del acuerdo de paz ha recibido informes creíbles de que los rebeldes del M23 activos en el este del Congo han seguido enfrentándose con milicias pro gubernamentales (Wazalendo) en las provincias de Kivu del Norte y Kivu del Sur, lo que ha provocado la muerte de civiles.
Agregó que el M23 continúa secuestrando a jóvenes y llevándolos a lugares desconocidos.
4. La cuestión minera
El acuerdo también facilitaría al Gobierno y a las empresas estadounidenses el acceso a minerales cruciales en la región. Además, resulta fundamental en la estrategia del Gobierno estadounidense para contrarrestar a China en África. Los minerales al este de RDC, como el coltan, en su mayoría sin explotar —cuyo valor estima el Departamento de Comercio de EE. UU. en 24 billones de dólares—, son cruciales para gran parte de la tecnología mundial.
Las empresas chinas han sido durante muchos años uno de los actores clave en el sector minero del Congo. Las refinerías chinas de cobalto, que representan la mayor parte del suministro mundial, dependen en gran medida del Congo. El papel de EE. UU. en la resolución del conflicto. Ruanda también ha sido acusada de explotar los minerales del este del Congo, una tendencia que, según los analistas, podría dificultar que Ruanda no tenga ninguna participación en la región.
5. Crisis humanitaria y rendición de cuentas
La crisis humanitaria en RDC, una de las peores del mundo según Naciones Unidas, llevó a más de 7 millones de personas a ser desplazadas forzosamente. Aunque el acuerdo menciona la crisis, no describe un mecanismo preciso para facilitar el regreso de los desplazados a sus tierras. Tampoco aborda la cuestión del financiamiento de dicha operación. Otro aspecto es la ausencia de una posible rendición de cuentas, sin ningún proceso de investigación de los potenciales crímenes cometidos durante los años de conflicto.
No se trata del primer intento de paz: en 2002, un acuerdo fue firmado entre los mandatarios de RDC y Ruanda para poner fin a la segunda guerra del Congo (1998-2002), uno de los capítulos más sangrientos del conflicto, también en 2004. Numerosos otras negociaciones fueron llevadas a cabo con distintos grupos armados como el M23. Pero, hasta la fecha, ninguno ha permitido la implementación de una paz duradera.