EL CAPITALISMO. Por Emmanuel Mounier (1905 – 1950)

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Conocemos, en el régimen capitalista, los motivos de las crisis, las guerras, la corrupción, las huelgas y los odios. El problema no reside en saber si el régimen responde a la definición del tirano Es preciso proclamar que jamás tirano alguno dispuso de un poder tan universal para destrozar a los hombres, por la miseria o por la guerra, de un extremo a otro de la tierra; que ningún tirano acumuló jamás en el silencio de la normalidad tantas ruinas e injusticias
EL CAPITALISMO

Por Emmanuel Mounier (1905 – 1950)

Del libro «El compromiso en la acción». Voz de los sin voz.

Hay una realidad capitalista actual: unos hombres reducidos a la pasión del provecho que acumulan o a la envidia del provecho que se les niega; los beneficios y el control de la economía concentrados en un pequeño número de fuerzas que regulan absurdamente la producción, la esclavizan a los caprichos de las finanzas y se apoderan en su propio interés de los gobiernos, la prensa, la opinión y la paz de los pueblos; un maquinismo orientado a sus fines en lugar de servir a la expansión de una vida más humana; la anarquía, el paro, la miseria. Nosotros no cesaremos de denunciarlo incansablemente a quienes todavía lo ignoran.


El mal peor del régimen capitalista no consiste en hacer morir a los hombres, sino en ahogar en la mayoría de ellos, ya sea por la miseria, ya por el ideal pequeño burgués, la posibilidad y el deseo mismo de ser personas.

Conocemos, en el régimen capitalista, los motivos de las crisis, las guerras, la corrupción, las huelgas y los odios. El problema no reside en saber si el régimen responde a la definición del tirano Es preciso proclamar que jamás tirano alguno dispuso de un poder tan universal para destrozar a los hombres, por la miseria o por la guerra, de un extremo a otro de la tierra; que ningún tirano acumuló jamás en el silencio de la normalidad tantas ruinas e injusticias.

Los cuerpos y el amor, el arte, la industria: el dinero ha devorado toda materia. Inaprensible o impersonal, base de sociedades anónimas, proveedor ciego de una guerra permanente, ha logrado lo que no consiguieron ni el poder ni la aventura: instalar en el corazón del hombre el viejo sueño divino de la bestia, la posesión sal-vaje, irresistible e impune de una materia esclava e indefinidamente extensible bajo el deseo.

El capitalismo ha inventado un último juego diabólico para multiplicar, a través de una riqueza artificial e instantánea, las riquezas naturales, limitadas, resistentes, difíciles de conquistar: la fecundidad del dinero y las diversas formas de usura que garantizan su proliferación y le dan la llave de poderes monstruosos.

El capitalismo ha convertido el derecho a la responsabilidad en un derecho al interés usuario y a la impunidad. Pretende defender a la persona y la aplasta bajo la guerra económica, la explotación social y las oligarquías ocultas; pretende fomentar la iniciativa, pero la concede solamente a quienes ya la detentan; presume el riesgo, pero se preserva de él por una solidaridad de gánster de la que comienzan a beneficiarse los estados. Se critica la confusión de todo ello, pero obtiene argumentos para rechazar la organización colectiva…

El mal peor del régimen capitalista no consiste en hacer morir a los hombres, sino en ahogar en la mayoría de ellos, ya sea por la miseria, ya por el ideal pequeño burgués, la posibilidad y el deseo mismo de ser personas.

El reino del dinero es la mayor conspiración que ha conocido el mundo contra la libertad de los hijos de Dios, la gracia de las cosas y de los corazones y, por ellas, contra la gracia de Dios.