Jean Paul Sartre dijo un día que, la misión de todo escritor es conseguir que nadie se sienta inocente, por esa razón, su deber es el de tomar partido contra las injusticias, vengan de dónde vengan.
por Ávaro Martín Prieto
Lo que vale para un escritor, debe valer también para cualquier artista. Un ejemplo de ello es Johnny Cash, mítica figura del country y del rock and roll de los años cincuenta que arriesgó su carrera musical despreciando cualquier estilo festivo de los que estaban de moda en su época, para perseverar en la denuncia de las injusticias sociales, principalmente las relativas a la explotación laboral.
Parece que el hecho de que la famosa grabación en la que Johnny Cash presentó en sociedad a un joven Bob Dylan, tuviese lugar un primero de Mayo no es casualidad. Cash siempre tuvo en primer plano el sufrimiento de la clase trabajadora, lo tuvo por lo que vivió en su infancia y por el recorrido profesional anterior a su salto a la fama como cantante y compositor.
Mi vida laboral ha sido simple: el algodón cuando era joven y la música de adulto. Entre ambas cosas trabajé en una fábrica de coches en Michigan, fui interceptor de radio para las fuerzas armadas y vendedor a domicilio de utensilios de cocina. Fui un gran operador de radio y un pésimo vendedor.
Muchos de sus temas musicales abordan el mundo del trabajo y del dolor humano en sus distintas vertientes. Todos recordamos su emblemática canción «Man in Black» y su versión española interpretada por Loquillo. Consciente de la importancia de inculcar el valor de la justicia desde muy pronto, aquella canción la escribió expresamente para ser tocada por primera vez en una universidad y en ella Cash reconoce que viste de negro solo para que recordemos a aquellos que se quedaron atrás:
Visto de negro por los pobres, por los abatidos que viven en la parte hambrienta y sin esperanza de la ciudad, por los presos que hace tiempo pagaron por su crimen, pero que siguen encerrados porque son víctimas de los tiempos, por los enfermos y los ancianos solitarios, visto de luto por las vidas que pudieron haber sido.
Hay cosas que nunca estarán bien, lo sé, y las cosas necesitan cambiar en todas partes, pero hasta que no empecemos a movernos para hacer que unas cuantas cosas vayan mejor, nunca me verás llevando un traje blanco. Me gustaría llevar un arco iris todos los días y decirle al mundo que todo está bien, pero hasta que las cosas mejoren , soy el hombre de negro.
Johnny Cash vivió una infancia digna de cualquier novela ambientada en la gran depresión y asumió su parte de carga y de responsabilidad por haber nacido en aquel lugar y en aquel momento histórico.
Mis padres sacaban mucho provecho a lo poco que poseían. Papá tenía de todo menos dinero, la depresión había arruinado el cultivo de algodón, ya de por sí una ocupación dura y marginal para gente como él en lo más bajo del escalafón social y tenía que aceptar cualquier trabajo que le ofrecieran. A veces eso no ocurría y entonces se pasaba los días vagabundeando con su rifle del 22, a la caza de conejos, ardillas o cualquier cosa que alimentara a la familia. Si disparaba, no erraba el tiro. No se lo podía permitir; en aquellos tiempos una caja de cartuchos costaba veinte centavos. Con aquellos animales que conseguía, no solo nos alimentaba a nosotros sino, también a algunos de los vecinos más necesitados. Trabajó en un aserradero, desbrozó terrenos, puso vías de tren, y cuando no había trabajo cerca, se subía a los trenes de mercancías en dirección hacia donde el rumor, la publicidad o la suerte ofrecieran pago en metálico. Aún conservo recuerdos del primer hogar que tuve. Mi familia había ido a parar a aquella casa tras una sucesión de traslados dictados por los rigores de la depresión. Nuestra casa estaba justo al lado de las vías del tren, en pleno bosque, temblaba como mil demonios cada vez que pasaba un tren y uno de mis primeros recuerdos es haber visto saltar a mi padre de un vagón en marcha y caer rodando hasta nuestra puerta. Muchos hombres hacían eso. Los trenes aminoraban su marcha al pasar por nuestra casa, así que era un lugar idóneo para saltar y evitar a los detectives.
Al poco tiempo, a consecuencia del llamado New Deal o plan organizado por la federación nacional de emergencias, según el cual granjeros que se habían visto arruinados por la depresión iban a ser reubicados en tierras adquiridas por el gobierno, la familia Cash se convirtió en una especie de familia cooperativista, este hecho marcó profundamente al cantante porque pudo comprobar que cuando las personas se hermanan y trabajan en igualdad y fraternidad, el sueño de un mundo justo está más cerca.
Oímos que podíamos comprar ocho hectáreas de tierra sin adelanto y una casa y un granero y nos daban una mula y una vaca y nos proporcionaban alimento durante el primer año, hasta que cosechábamos y pudiéramos pagarlo, y no teníamos que pagar nada hasta que llegaran las cosechas. Ese era exactamente el trato, y algo más; en cuarenta y seis distintas explotaciones agrícolas de Estados Unidos se estaban creando estas colonias que funcionaban como cooperativas. En el emplazamiento al que nos dirigíamos, nosotros y las demás familias tendríamos una participación en el almacén general, la planta envasadora, la máquina para elaborar el algodón y otros servicios; todos éramos responsables de ellos y nos repartíamos los beneficios en caso de haberlos. El algodón que producíamos iba a parar a la cosecha general para ser vendido a un mejor precio del que se pagaba por las más pequeñas cosechas individuales. Como he dicho en el pasado, me crie en una suerte de colectivización socialista. Quizá una mejor palabra para definirlo sería comunalismo.
No por ser un régimen justo, este comunalismo, dejaba de ser duro, Cash habla de ello en muchas de sus composiciones porque nunca olvidó el lugar de donde provenía.
Las cosechas fueron buenas aquel primer año y los Cash pudieron salir adelante. La siguiente primavera yo tenía cinco años y estaba ya listo para el campo de algodón. A menudo se oye a los músicos sureños , blancos y negros, hablar sobre recoger algodón (y sobre todo lo que tuvieron que hacer para escapar de los campos de algodón), pero a veces me he preguntado si la gente que nos escucha sabe algo de la vida de la que hablamos. Dudo de que la gente actual sepa lo que es batirse el cobre con el algodón, pese a disfrutar de tan confortable tejido. A lo mejor les gustaría saberlo. Tal vez a ti te interese.
Este es precisamente el tema central de toda su obra, presentar dolores generales como son los relativos al trabajo, de manera que te sea difícil mirar para otro lado, Sus composiciones te interpelan directamente porque surgen de un dolor muy profundo. El dolor que supone encontrar una forma de vida que aparece como definitiva y ver como de nuevo todo se desvanece.
Tras aquellos primeros años de producción espectacular, la esperanza de papá era seguir extrayendo de nuestra tierra algodón aunque la la producción fuera disminuyendo progresivamente. Para cuando yo llegué a la adolescencia, con mucha suerte sacábamos un fardo por cada cuarenta áreas; lo normal era obtener unos diez o doce fardos por ochenta áreas. Al final, de cada cuarenta áreas salían tres cuartas partes de un fardo. En aquel momento muchos granjeros empezaron a vender sus propiedades. Pero papá siguió adelante. No podíamos permitirnos los fertilizantes así que nos veíamos limitados a la rotación de cosechas para dejar que los minerales de la tierra se regenerasen. Después de los siete primeros años, cuando yo tenía unos diez, tuvimos que convertir zonas de algodón en plantaciones de soja o maíz, tuvimos que sacrificar un campo entero para plantar alfalfa. Donde se planta alfalfa ya puedes olvidarte de plantar otra cosa, pues seguirá saliendo año tras año sin que puedas arar en profundidad hasta eliminarla.
Es duro caer cuando parecía que levantabas el vuelo, es duro pasar de un sistema laboral que sin dejar de ser penoso, al menos aporta sentido, a volver a ser asalariado en las condiciones de precariedad que se vivían en aquella época.
Empecé en los campos de algodón como chico del agua, les llevas agua potable a los adultos. A los ocho años ya arrastraba sacos de algodón. Lo cierto es que no era un trabajo recomendable. acababas exhausto, te dolía la espalda y las manos se te llenaban de cortes. Eso es lo que más detestaba. Los capullos eran afilados y te cortabas. después de un par de semanas tus dedos estaban cubiertos de pequeñas heridas bastante dolorosas. Mis hermanas no podían soportarlo. se acostumbraron, claro está, todos nos acostumbramos, pero a menudo las oías llorar especialmente cuando eran muy pequeñas. Prácticamente todas las chicas que yo conocía tenían esos dedos marcados. Naturalmente sembrar y recoger no era todo. El trabajo de verdad quedaba entre ambas cosas. Una vez sembrado había que cuidarlo, desbrozar hierbajos y maleza. Estábamos a la intemperie trabajando en trescientas veinte áreas, todos con una azada y una lima para afilarla, cuando mirábamos atrás veíamos nuevos brotes volviendo a cubrir las plantas de algodón. Así que trabajábamos y trabajábamos y trabajábamos….
Pero el dolor más grande comenzó el día que falleció su hermano Jack en una accidente laboral. Jack trabajaba en el taller de agricultura del instituto, allí utilizaba una sierra de mesa cortando encinas para hacer postes de cercado. Este accidente fue el hecho decisivo que hizo a Johnny tomar la decisión de defender siempre las causas mas justas, sobre todo las relativas al trabajo.
Perder a jack fue horrible, no se puede sortear el dolor de una pérdida. El mundo que allí encuentras nunca será el mismo que dejaste. Aunque hay cosas de este mundo que no cambian. Miro a mi alrededor y veo pobreza, la dureza de la vida de mucha gente, su interminable afán por una mísera recompensa y cada día menos esperanza en sus vidas, solo sueños y fantasías, y eso me recuerda lo que más me deprime acerca de la muerte de Jack: el hecho de que su funeral se celebrase el Domingo 21 de Mayo y la mañana del Lunes 22 de Mayo, toda nuestra familia, todos, incluyendo a la madre que acababa de enterrar a su hijo, estuviera de regreso en los campos cortando algodón, trabajando sus diez horas diarias.
Vi como mi madre se desplomaba sobre las rodillas y dejaba caer la cabeza sobre su pecho. Mi pobre papá se acercó a ella y tomó su brazo, pero ella se soltó furiosa. ¡Me levantaré cuando Dios me levante!, dijo, con tanta rabia, tanta desesperación. Y pronto se levantó y se puso a trabajar con su azada.
No busquemos romanticismo en esa vida campestre de entonces, tan buena, tan natural, tan esforzada, tan curtidora del carácter, recuerdo la imagen de Carrie Cash tirada en el barro entre las hileras de algodón en el peor de los días para una madre. Cuando dicen que el algodón era el rey en el Sur rural, no saben la razón que tienen.
Leyendo la autobiografía de Johnny Cash se comprende perfectamente su vinculación a lo más desfavorecidos y su firme propósito de no permitir que nadie que escuche su música se sienta inocente: La responsabilidad de mis actos empieza en mi mismo. No creo que se pueda heredar el cielo ni el infierno. Su amor por el prójimo le hizo interesarse por los problemas de cada una de las personas que se encontraba en sus interminables giras, se preocupaba hasta por la cosa más insignificante del hermano que tuviera delante. Nunca se metió en política ni se posicionó ideológicamente, pero no parece casualidad que grabase con Dylan un primero de Mayo, no parece casualidad que lo celebrara y reivindicara cada año y no es casualidad que vistiese de negro hasta el final de sus días.
Tampoco debería ser casualidad que nosotros hoy celebrásemos también nuestro primero de Mayo saliendo a las calles de nuestras ciudades para reivindicar la memoria de los que entregaron sus vidas para que hoy podamos disfrutar de los derechos que tenemos.
Cuando mis manos se cansen, cuando mis pasos se hagan más lentos.
Camina a mi lado y dame fuerza para seguir.
Concédeme padre la fuerza para una canción.
Que las palabras que cante proporcionen aún más fuerza,
para ayudar a algún pobre, desazonado y cansado trabajador.