ENTREVISTA A D. JOSÉ DELICADO, ARZOBISPO EMERITO DE VALLADOLID

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» Me inicié participando en las reuniones, animando y enriqueciéndome con sus métodos de análisis de la realidad desde la fe y con los compromisos apostólicos y la amistad de los militantes cristianos maduros y generosos «… » Necesitamos sacerdotes deseosos y capaces de ayudar a la promoción de un laicado de este estilo… Es una asignatura pendiente.»

Presentamos una excelente entrevista a Don José Delicado Baeza. Queremos recordar que estará los días 1 y 2 de noviembre con nosotros en Madrid, Casa Emaus, impartiendo un Curso de Eclesiología del Concilio Vaticano II. Estais invitados. Para más información pincha aquí.

ENTREVISTA A D. JOSÉ DELICADO, ARZOBISPO EMERITO DE VALLADOLID

Cuando acabamos de celebrar el 50 Aniversario de la historia de la HOAC queremos acercarnos a algunos de quienes han vivido esta rica experiencia apostólica. Hoy entrevistamos a D. José Delicado Baeza, Arzobispo de Valladolid.

ID Y EVANGELIZAD. Durante algunos años Vd. fue consiliario de la HOAC en Albacete. ¿Cómo conoció el movimiento y se inició en él ?

M. DELICADO: Desde 1953 a 1962 aproximadamente, Mons. Tabera, Obispo de la diócesis recién creada, al poco de ordenarme sacerdote me nombró consiliario diocesano de la JOC y de la HOAC. Me inicié participando en las reuniones, animando y enriqueciéndome con sus métodos de análisis de la realidad desde la fe y con los compromisos apostólicos y la amistad de los militantes cristianos maduros y generosos, muy integrados en el mundo obrero. Eran tiempos de gran entusiasmo apostólico y de no pocas dificultades para trabajar en este campo.

I y E: ¿De aquellos tiempos, qué militantes recuerda y cuáles fueron sus mejores experiencias?

M. D: Los militantes y adheridos de Albacete me han dejado el recuerdo de rostros, nombres y actividades. Cuando se casaban los más comprometidos pasaban de la JOC a la HOAC, porque habían descubierto a Cristo Obrero y la necesidad de trabajar por el Evangelio, descubierto como exigencia de la justicia del Reino de Dios y de servicio a los compañeros de trabajo en ese mundo obrero en que vivían.

Como dirigentes nacionales, conocí personalmente a Guillermo Rovirosa, a Castaño y a D. Tomás Malagón, etc.

I y E: En los comienzos de la HOAC muchos de los militantes eran conversos que habían luchado en el bando republicano. Esto dio al movimiento un tono de radicalidad y lo situó pronto en la oposición al régimen de Franco. ¿Cómo era asumido esto por una Iglesia volcada en el apoyo al Franquismo?

M. D: Esas tendencias eran reales. Pero en esa situación la Iglesia no dejaba de ser un espacio de libertad en el que se podía opinar, respetando los distintos puntos de vista y, por supuesto, sentirse estimulados incluso desde el Magisterio de la Iglesia, en el ideal de la justicia, igualdad, dignidad de la persona humana, etc.

Por ejemplo, recuerdo cuando instituyó Pío XII la fiesta de San José Obrero en 1955 ante una gran concentración de organizaciones laborales en Italia, para manifestar desde la Plaza de San Pedro la dignidad del trabajo y los derechos de los trabajadores, con el deseo de que se viese el sentido cristiano de esas reivindicaciones, que no son sólo de otras organizaciones. Me acuerdo incluso del valiente discurso que yo mismo comenté en el teatro de mi pueblo, Almansa, en un acto organizado por los movimientos obreros cristianos.

Nos servíamos de otros documentos que iban orientando el camino, explicando la Doctrina Social de la Iglesia . Entre ellos las declaraciones de los Metropolitanos españoles de 1956 o en 1960, sobre la estabilización y el desarrollo económicos. El Breviario de Pastoral Social. La Iglesia española no era como algunos quieren pintar ahora. Estos indicios pueden ayudar a corregir ciertos juicios simplistas de la «historia».

I y E: La HOAC supuso una novedad en la Iglesia Española, ¿qué aportó a los jóvenes sacerdotes como Vd?

M. D: La reflexión y el estado de conciencia no vienen nunca de una fuente única. Era un patrimonio del mismo Evangelio, como no puede ser menos; pero Rovirosa desde su testimonio, lucidez y madurez como gran creyente, y después D. Tomás Malagón, como buen teólogo, le pusieron «solfa» a esa letra, y los militantes auténticos, cristianos maduros, la cantaban con gran poder de seducción en aquel ambiente.

La comunidad eclesial enriquecía a los obreros, haciéndoles descubrir a muchos de ellos, superando los tópicos y prejuicios que sobre la Iglesia había en sus ambientes, la verdad de su mensaje cuando éste no está mezclado con intereses ideológicos.
A la vez que ellos crecían en su madurez, también ayudaban a los otros cristianos cuyas circunstancias sociales no les permitían descubrir esa dimensión esencial de la vida cristiana y hasta de la misma evangelización, que es la Doctrina Social de la Iglesia en sus aplicaciones prácticas, como invitaba el mismo Juan XXIII recomendando a todos el método de los movimientos obreros «Ver, juzgar, actuar», a fin de que esta Doctrina Social no se quedase en la abstracción, sino que se convirtiese en vida. Esto entusiasmaba a los militantes, frente a otras decepciones.

I y E: ¿En qué medida el apostolado obrero y los grupos de Jesús Obrero en los seminarios dispusieron un nuevo talante en el clero español de cara a la renovación conciliar?

M. D: Las influencias son siempre recíprocas y casi nunca unilaterales. Las conciencias se desarrollan en confrontación unas con otras. Y la conciencia cristiana, en comunión con todos los creyentes y, por supuesto, en la observación de los signos de los tiempos y en la atmósfera cultural en que se vive. Dicho esto, los ideales, los objetivos, la pedagogía, los métodos de formación y actuación del movimiento obrero crearon un estilo peculiar que después influyó en otros grupos, como por ejemplo ese de la formación por la acción, de la revisión de vida que hasta el propio papa Juan XXIII se atreve a recomendar.

D. Eugenio Merino, en la traducción que hizo del francés del «Manual de la JOC belga» en 1936, dice que le impresionó esta organización muy gratamente por el procedimiento y espíritu, que eran muy a propósito para la conversión de los jóvenes comunistas, y, aunque le hicieron dudar las primeras noticias, le fueron ganando los hechos. La verdad es que J. Cardijn fue un gran maestro y testigo de jóvenes apóstoles obreros.

Esos testigos están ahí para la historia. Dios quiera que surjan otros de esta categoría humana y cristiana para las nuevas circunstancias, que presentan nuevas dificultades enervantes y distractivas por el individualismo, la sociedad de consumo y las nuevas adiciones e injusticias sociales, como el paro laboral.

I y E: Un momento decisivo en la acogida del Concilio fue la Asamblea Conjunta. ¿Cual fue la labor en ella de los sacerdotes que formados en movimientos obreros?

M. D: Fue el Concilio, como gran don de la Providencia divina a la Iglesia del siglo XX, como dice Juan Pablo II, y fue el Espíritu Santo que iba preparando el camino de esa progresiva pero constante renovación de la conciencia eclesial, que hacía ver la relevancia de ciertos valores anteriormente más difuminados.
La Asamblea Conjunta irrumpió con fuerza en este proceso renovador y, como sucede a veces, por adelantarse en expresiones y pretensiones, de una manera un tanto llamativa y turbadora. Los movimientos obreros, con sus pretensiones y métodos, venían a confluir como afluentes en el mismo cauce de aspiraciones de gran parte de los laicos cristianos y del clero.
Yo conservo algunas fichas de mis tiempos de consiliario sobre las características del movimiento obrero (solidario, integral, apostólico o evangelizador y místico, con la «mística» de este ideal obrero pero con alma cristiana); la necesidad de militantes obreros y cualidades, el Plan Cíclico, los cursillos HOAC (psicología del cursillo, ética y teología del cursillo); la HOAC, una doctrina, una organización, unos objetivos, unos métodos… Todo estos ayudaba a crear ese espíritu que decía D. Eugenio, muy a propósito para formar cristianos comprometidos. pero las aguas se acumulaban unas con otras en la Iglesia y venían de más arriba.

I y E: Esta época coincide también con las dos grandes crisis del apostolado laico. La de los 60 con los nuevos estatutos de la Acción Católicas. Y la de los 70 con el paso a organizaciones de izquierda de muchos de los militantes, con pérdida de su referencia apostólica cuando no de la misma fe. ¿Qué podemos aprender de estas crisis de cara a la formación de nuevos militantes?

M. D: Sí, son crisis de inmadurez, y cuando suceden, no vale echar las culpas unos a otros. Faltó discernimiento y diálogo, y paciencia y madurez…, esa madurez de la caridad de la que habla San Pablo en la primera carta a los Corintios cap. XIII. Habría que leer y releer y asimilar para poder aplicar esa cualidades del verdadero amor de Cristo en todas las ocasiones, pero especialmente en las más conflictivas.

Ya pasó, para lección de todos. Como resto, ha dejado que la Iglesia se buscaba a veces como espacio de libertad, lo cual, con ser bueno, en quien sólo busca eso, acaso se esté buscando a sí mismo y después pasa lo que pasa, que si otros le ofrecen algo que se piensa que es mejor, se deja por esa nuevas ventajas.

El amor a Cristo y a su Reino es otra cosa. Tenemos que aprender a ser cristianos maduros en la fe, en la libertad de los hijos de Dios y con mucho amor a la Iglesia, hasta estar dispuestos a ser testigos-mártires si fuera preciso.

I y E: ¿Qué iniciativas se están tomando en su diócesis para el relanzamiento del laicado asociado que pide la Conferencia Episcopal?

I y E: Deseo ardientemente que los laicos sean miembros activos y responsables como creyentes maduros en la comunidad eclesial, participando en todas las funciones de ésta y, particularmente, en las realidades temporales, en la vida pública: profesión, familia, economía, sociedad,… en su más diversas instituciones, política, etc. con verdadero espíritu cristiano adquirido y perfeccionado en grupos, comunidades, asociaciones, etc. Así se desea especialmente en los objetivos propuestos en la Asamblea Diocesana de Valladolid, de modo que la idea se comprende, aunque las realidades… Pero es tarea de todos.

I y E: ¿Qué necesitarían acoger los seminaristas y sacerdotes jóvenes de hoy de la experiencia apostólica obrera que venimos recordando?

M. D: Sí necesitamos sacerdotes deseosos y capaces de ayudar a la promoción de un laicado de este estilo. Consiliarios, clero parroquial, que se entusiasmen con esta labor. El protagonismo de los laicos en sus ambiente es un derecho y un deber, pero el clero es necesario para promoverlo. Es una asignatura pendiente.