Esterilizar a los pobres, pero nunca garantizar su derecho a la existencia

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Es un deporte muy extendido entre las clases más ricas y los intelectuales a su servicio: culpabilizar a la gente que vive de un subsidio. Estos campeones supuestos del mérito y de la lucha contra los fracasados y aprovechados que viven de los subsidios públicos no son exclusivos de una nación en particular, los podemos encontrar en cualquier lugar.

Los candidatos a altos cargos decían a la gente que la respuesta a los problemas del país era enriquecer a los más ricos para que de su mesa cayeran más migajas en las bocas de los pobres, y algunos, al pensar en esta gran injusticia, se preguntaban si no era mejor prescindir incluso de estas migajas. John Connolly 2012.

La persona en situación de desempleo puede estarlo por distintas circunstancias, según explican los manuales y algunos malos artículos académicos: porque quiere cambiar de trabajo, porque tiene un determinado coste de oportunidad en relación a trabajar, porque así maximiza su función de utilidad que al fin y al cabo es la representación matemática de su orden de preferencias, porque prefiere el ocio, porque la empresa en la que trabajaba ha cerrado o ha reducido personal o la ha despedido directamente…Todo una muestra de subterfugios aparentemente sofisticados que se suelen aducir para «explicar» el paro.

Para explicar una situación en la que la inmensa mayoría de la gente parada lo está por la última «circunstancia»: despido directo, cierre de la empresa o reducción de personal. Las otras posibilidades son anecdóticas desde el punto de vista cuantitativo, pero sirven para llenar manuales, artículos académicos, y aún más, para montar tertulias y programas televisivos. Más consecuencias sociales que estas astracanadas explicativas del paro tiene todavía la culpabilización de las personas que sobreviven mediante algún subsidio o prestación públicos. Entonces las pseudoexplicaciones académicas ya dejan lugar al insulto y al desprecio: se trata de escoria o de vagos o de fracasados o de poco ambiciosos (aunque se pueden encontrar más variantes sobre la misma idea). Se trata de lo que con excelente base documental el joven investigador Owen Jones ha bautizado como «demonización de la clase obrera».

En contraste, los que no son «clase obrera» porque supuestamente pertenecen a una mítica clase media tan vaporosa conceptualmente que nadie sabe definir coherentemente, o ¡mejor aún! porque forman parte del grupito de los más ricos, son tipos que han hecho méritos para estar donde están. Así como los que tienen que vivir de algún subsidio son gente vaga o fracasada o poco ambiciosa, «ellos», los de la clase media y los ricos serían, en contraste, gente trabajadora, exitosa y ambiciosa.

Son multitud los académicos y políticos (los tertulianos, grupo que no excluye a políticos y académicos, son poco más que una evidencia permanente de que la ignorancia es atrevida) que han hecho declaraciones para intentar convencer a la población de que los más pobres y más débiles son los responsables de la mayoría de sus males. Según esta fantasía tan extendida, los ricos lo son porque han hecho méritos para serlo.

Estos apologetas del mérito plutocrático no dudarán ni un instante que debe formar parte de la laboriosidad el hecho según el cual, informa la Agencia Tributaria, si antes de la crisis en el año 2007 había 233 personas con una base imponible patrimonial de más de 30 millones de euros, en el 2012 ya eran 443 las personas tan ricas. Casi el doble, crisis de por medio, no es poca cosa. No hace falta ser un estricto partidario de la sentencia según la cual detrás de toda fortuna hay un crimen (y si no es evidente es porque no se ha investigado con detenimiento), para constatar la sequía de estadísticas que sostienen la correlación riqueza-mérito. En muchos casos las correlaciones más consistentes son de otro tipo: riqueza-corrupción, riqueza-fraude fiscal, riqueza-herencia, riqueza-robo, o una combinación de todas ellas.

Es un deporte muy extendido entre las clases más ricas y los intelectuales a su servicio: culpabilizar a la gente que vive de un subsidio. Estos campeones supuestos del mérito y de la lucha contra los fracasados y aprovechados que viven de los subsidios públicos no son exclusivos de una nación en particular, los podemos encontrar en cualquier lugar.

En Cataluña, una de las primeras medidas del gobierno Mas fue realizar una ofensiva contra los que vivían de forma supuestamente inmerecida de la miseria de renta para pobres que la Generalitat otorgaba. Costó más dinero el control que se hizo que el escaso ahorro que supuso la miseria monetaria de los pocos desgraciados que descubrieron en situación irregular. Por la misma época, Durány Lleida, este político reaccionario que combina lo esperpéntico y lo ridículo, hizo referencias a los que cobraban subsidios e «iban a los bares» andaluces.

En el Reino de España, políticos del PP han culpabilizado a los pobres, especialmente los que tienen derecho a un subsidio, de serlo. Pero en esto, como decía, no hay muchas diferencias con otros lugares. Para poner uno de los muchos ejemplos a mano. John Ward es un concejal del partido conservador en Kent que declaró: «hay cada vez más razones para la esterilización obligatoria de todos aquellos que tengan un segundo hijo -o tercero, etc.- mientras cobren prestaciones sociales».

Tema este de la esterilización de los pobres que no es precisamente innovador. La idea de esterilizar a los pobres tiene maníacos ilustres. Thomas Nixon Carver fue catedrático de política económica en la Universidad de Harvard entre 1902 y 1935 y también presidió en 1916 la American Economic Association (presidentes de esta institución han sido economistas, entre otros, Kenneth Arrow, Amartya Sen, Wassily Leontief, James Tobin, John Kenneth Galbraith…). Este académico de Harvard, que vivió muchos años (1865-1961) y que formó parte del primer grupo de economistas que asesoró profesionalmente al Partido Republicano, defendió en numerosas ocasiones que, para luchar contra el paro y la pobreza (sic), había que esterilizar a los «palmariamente ineptos».

De esta manera, según este tipo, el grupo “inepto” no se reproduciría ni, por tanto, perpetuaría su estirpe. Por «palmariamente ineptos», Thomas Nixon Carverse refería a los que no lograban un ingreso anual de 1.800 dólares. En los años 30 del siglo pasado, este criterio significaba aproximadamente el 50% de la población de los EEUU, unos 60 millones de personas. Una castratio plebis sin complejos.

Muchos más recientemente, a mediados de 2013, la australiana Gina Rinehart, considerada una de las mujeres más ricas del mundo, si no la que más, defendió su propuesta para combatir la crisis económica en Australia: «Evitando que los pobres procreen, podemos crear una nueva clase de australianos inteligentes, trabajadores y bien pagados que forjarán nuestro futuro económico».

 

Autor: Daniel Raventós, profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de sinpermiso y presidente de la Red Renta Básica.