Gracias Papa Francisco (in memoriam)

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Damos gracias a Dios y a su Iglesia por el pontificado del Papa Francisco, y el impulso renovado que ha dado a nuestra la labor apostólica. Ahora, ya con el Padre, seguiremos como él en su pontificado, trabajando por los más empobrecidos, por los más descartados, a los que tanto amaba.

«Gracias Papa Francisco»

A todos nos dejó sorprendidos la dimisión de Benedicto y la elección de Francisco «venido del sur del mundo” como dijo al salir al balcón a bendecir al mundo. En una entrevista a Benedicto afirmaba que en la Iglesia esta elección no nos podía sorprender:

Proponer una economía nueva en un mundo amenazado por guerras

«Sí que era de esperar que Sudamérica desempeñara, antes o después, un gran papel. Es el mayor continente católico y, al mismo tiempo, el que más sufrimiento y problemas tiene. Allí hay obispos realmente grandes y, pese a tanto sufrimiento y tantos problemas, se trata de una Iglesia muy dinámica. Bajo esta óptica, también era en cierto modo la hora de Latinoamérica. Y no se debe de olvidar que el nuevo papa es italiano y sudamericano a la vez, de suerte que aquí se manifiesta también el íntimo entrelazamiento del Viejo Mundo y el Nuevo Mundo, la unidad intrínseca de la historia».

En efecto Francisco a lo largo de su historia como sacerdote jesuita y luego como obispo y arzobispo de Buenos Aires había encarnado toda una corriente de liberación integral que, nacida en el Vaticano II, se plasmó en el documento del Sínodo de Aparecida (Brasil) como programa y proyecto misionero para toda la Iglesia de Iberoamérica y luego para toda la Iglesia universal que Francisco hizo suyo en su primera encíclica Evangelii Gaudium. El relator de dicho documento fue el entonces Arzobispo y Cardenal Bergoglio. En ese proyecto misionero, los empobrecidos y sencillos ocupan el centro:

«Aparecida es un tesoro cuyo descubrimiento todavía está incompleto […] En Aparecida, Dios ha ofrecido su propia Madre al Brasil. Pero Dios ha dado también en Aparecida una lección sobre sí mismo, sobre su forma de ser y de actuar. Una lección de esa humildad que pertenece a Dios como un rasgo esencial, está en el ADN de Dios […] Dios aparece siempre con aspecto de pequeñez […] Dios pide que se le resguarde en la parte más cálida de nosotros mismos: el corazón […] La gente sencilla siempre tiene espacio para albergar el misterio. En la gente sencilla, el misterio entra por el corazón. En la casa de los pobres, Dios siempre encuentra sitio […] Es necesario aprender de su método, sustancialmente compuesto por la participación de las Iglesias locales y en sintonía con los peregrinos que caminan en busca del rostro humilde de Dios […] Hacer el esfuerzo para poner la misión de Jesús en el corazón de la misma Iglesia, transformándola en criterio para medir la eficacia de las estructuras, los resultados de su trabajo, la fecundidad de sus ministros y la alegría que ellos son capaces de suscitar […] Como los primeros discípulos enviados por Jesús en plan misionero, también nosotros podemos contar con entusiasmo todo cuanto hemos hecho […] Estoy seguro de que en este difícil y confuso pero provisorio momento que vivimos, las soluciones para los problemas complejos que nos desafían nacen de la sencillez cristiana que se esconde a los poderosos y se muestra a los humildes: la limpieza de la fe en el Resucitado, el calor de la comunión con Él, la fraternidad, la generosidad y la solidaridad concreta que también brota de la amistad con Él».

El Papa Francisco con la víctimas del Congo

A lo largo de todo su pontificado Francisco ha alentado a la Iglesia y a la sociedad a afrontar sin miedo los nuevos retos de la evangelización que el cambio de época y los pobres nos exige. Nos ha invitado a desarrollar en los discípulos misioneros, arraigados en la Misericordia del Señor, la esperanza y la capacidad de soñar. Nos ha transmitido vivamente que el llamamiento del Señor a buscar su reino y su justicia como apuesta por el sueño de Dios en la historia real de la Iglesia y de la sociedad:

«Somos el sueño de Dios ¿Y cuál es el sueño de Dios? Invitando a los discípulos a permanecer unidos a Él como los sarmientos a la vid y rogando al Padre que los conserve en el amor, Jesús mismo nos lo revela, implorando que todos seamos “uno” El sueño de Dios para nosotros es éste: unirnos en su amor, en su comunión, hacernos descubrir la belleza de la filiación divina y de la fraternidad entre nosotros. Por esto Jesús oró fervientemente. Y nos envía por los caminos del mundo para anunciar que el camino para generar una nueva humanidad se basa en la fraternidad, fruto de la caridad, no en la prevaricación y el egoísmo»

Francisco tuvo una personalidad equilibrada, dinámica, realista y alegre:

«Soy completamente feliz. Tengo una cierta paz interior, una paz grande. Es una felicidad que viene con la edad y también con un camino. En mi vida, e incluso ahora, he tenido siempre problemas, pero esta felicidad no se va con los problemas»

Reconoció abiertamente sus pecados, el haberse equivocado y aprender permanentemente de los errores, como lo hizo S. Agustín en Las confesiones o Guillermo Rovirosa en Judas

Jubileo de la Esperanza. Apertura de la Puerta Santa en Roma.

«Me he equivocado y me equivoco. Se dice que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en el mismo sitio. Los errores en mi vida han sido así, grandes maestros de vida. No diría que he aprendido de todos mis errores: de algunos no, también soy testarudo. Pero he aprendido de muchos otros errores y esto me hace bien. Un ejemplo concreto lo escribí en un libro, está publicado. Fui nombrado superior cuando era muy joven, tenía 36 años, y cometí muchos errores con el autoritarismo. Después aprendí que hay que dialogar, ver qué están pensando los demás. Pero no he aprendido totalmente […] todavía me equivoco».

Hombre de fe, oración y de espiritualidad sólida. Quienes asistían en las mañanas a la misa en Santa Marta veían en él a un «hombre de Dios». Las homilías que pronunciaba sin papeles, sus catequesis de los miércoles y todo su magisterio, se convertían en motivo de meditación cotidiana, de comunión y de compromiso misionero para toda la Iglesia. Con imágenes coloridas lograba explicar las más profundas verdades de fe y de la presencia de Dios en todos:

«Yo tengo una certeza dogmática: Dios está presente en la vida de cada persona. Dios está presente en la vida de cada uno de nosotros. Aunque sea una vida desastrosa, destrozada por el vicio, la droga o cualquier otra cosa, Dios está ahí. Se puede y se debe buscar a Dios en cada vida humana».

Era una persona sencilla y de relación cercana con los demás que se manifiesta en palabras claves: fe, tranquilidad, confianza, escucha, ternura cercanía:

«Pintar al Papa como si fuese una especie de Superman, una especie de estrella, me resulta ofensivo. El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme tranquilo y tiene amigos como todos. Es una persona normal Cuando uno llama es porque tiene ganas de hablar, una pregunta que hacer, un consejo que pedir. Cuando era cura en Buenos Aires, era más fácil. Y a mí me quedó esa costumbre. Es un servicio. Me sale así. Pero es cierto que ahora no es tan fácil hacerlo, dada la cantidad de gente que me escribe […] Es necesario conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea. A mí me pasa que después de un encuentro quiero tener otro porque nacen nuevas ideas y se descubren nuevas necesidades. Esto es importante, conocerse, escuchar, ampliar el cerco de los pensamientos. El mundo está lleno de caminos que se acercan y alejan, pero lo importante es que lleven hacia el Bien».

Para él, «gracias» es una palabra fundamental de la vida, empezando por la vida en familia. Junto con «permiso» o «perdón» una clave que abre el camino para vivir bien, para vivir en la paz.

«Hemos de imaginarnos esas tres palabras como placas en las puertas de entrada de nuestras casas y de nuestras vidas».

Recientemente tuvimos el gran regalo plasmado en el libro: Francisco. Esperanza. La autobiografía que, en colaboración de Carlo Musso, le ocupó los últimos seis años y que por voluntad suya no debía de publicarse sino después de su muerte. Pero el nuevo Jubileo de la Esperanza y los momentos difíciles a que nos somete el imperialismo transnacional, sobre todo a los más empobrecidos, le llevaron a publicarlo. En la introducción, «Todo nace para florecer», nos dice:

Siempre acompañando a los más pobres

«El libro de mi vida es un camino de esperanza que no puedo imaginar separado de mi familia, de mi gente, de todo el pueblo de Dios. Y en cada página, y en cada paso, también el libro de quien ha caminado conmigo, de quien me ha precedido, de quien nos seguirá. Una autobiografía no es nuestra literatura privada, sino más bien nuestra bolsa de viaje. Y la memoria no es solo lo que recordamos, sino también lo que nos rodea. No habla únicamente de lo que fue sino de lo que será. La memoria es un presente que nunca termina de pasar […] La esperanza es sobre todo la virtud del movimiento y el motor del cambio: es la tensión que une memoria y utopía para construir como es debido los sueños que nos aguardan. Y, si un sueño se debilita, hay que volver a soñarlo otra vez, en nuevas formas, recurriendo con esperanza a las ascuas de la memoria».

Esta autobiografía es un autorretrato, una confesión, un anecdotario, un ensayo sobre su pensamiento, un mensaje y un resumen de los grandes temas de su pontificado. Sin duda el relato de algunos hechos de su infancia y juventud ofrece datos inéditos de su vida, pero siempre mezclados con un afán didáctico: la denuncia del imperialismo transnacional, de los totalitarismos: «esta economía mata». «Este sistema es perverso»; el hambre y la pobreza; el paro y el valor del trabajo, la esclavitud de los niños, la emigración, la guerra y la carrera de armamentos, la trata de personas…

Al hablar de la inmigración de sus abuelos, de sus problemas y de su visita a Lampedusa dirá:

«Yo también podría haber conocido el destino del que se queda sin nada. Yo también habría podido estar entre los descartados de hoy, de ahí que mi corazón albergue siempre una pregunta: ¿por qué ellos y yo no?».

Recordando la guerra de 1916 en la que participó su abuelo y de las guerras y conflictos actuales afirmará:

«La guerra es locura, y su disparatado plan de desarrollo es la destrucción…La guerra mundial está fragmentada […] La guerra no es solo el teatro de las mentiras: puesto que la mentira siempre la precede y la acompaña, y puesto que la verdad es su principal víctima, la guerra es en sí misma una mentira […] Si queremos lograr la capacidad de comprender cómo se hace la paz, y la fuerza para conseguirla, hagámonos todos pequeños. Como un niño que va de la mano de su abuelo».

Igualmente explica con detalle la noche oscura que fue para Argentina el golpe de Videla y la valentía de las Madres de la Plaza de Mayo. Habla de sus encuentros con el dictador y de cuanto pudo hacer con personas represaliadas.

Su magisterio ha partido de hechos, vivencias y realidades de fe y esperanza previas: el Dios Trinidad-solidaridad es misericordioso y lleva la historia y nuestras vidas; La vocación a la santidad frente a la mundanidad dentro de la Iglesia; la alegría del evangelio y la centralidad de los pobres en el mismo y en la Iglesia; la defensa de la vida y de la familia frente a las bio-ideologías; la importancia de la comunión y la sinodalidad frutos del bautismo; La fraternidad como respuesta a las divisiones, los nacionalismos, los populismos en auge; el valor de una ecología integral frente a las agresiones del sistema a la naturaleza y en especial a la naturaleza humana, etc.

Todo un magisterio que, en continuidad con el Concilio y los Papas que le siguieron, valoraba así el emérito Papa Benedicto cuando dirigió una carta al Ex prefecto de la Secretaría para las Comunicaciones con ocasión de la presentación de la colección La Teología del Papa Francisco:

«Aplaudo esta iniciativa que quiere oponerse y reaccionar al necio prejuicio por el cual el papa Francisco sería solo un hombre práctico desprovisto de una particular formación teológica o filosófica, mientras que yo habría sido únicamente un teórico de la teología que poco habría comprendido de la vida concreta de un cristiano hoy […] Los once libros escritos por teólogos de fama internacional demuestran con razón que el Papa Francisco es un hombre de profunda formación filosófica y teológica y, por lo tanto, ayudan a ver la continuidad interior entre los dos pontificados, incluso con todas las diferencias de estilo y temperamento».

Asimismo, Francisco expresa una alta valoración de Benedicto tanto en el gesto de su renuncia, como en la relación amistosa con él y la ayuda que le prestó en su papado y que lo ha expresado en su Autobiografía:

«El Papa Benedicto realizó un acto de santidad, de grandeza y de humildad. Es un hombre de Dios […] Mi relación con Benedicto siempre fue una relación auténtica y profunda y, más allá de toda leyenda construida por quien se ha empeñado en contar lo contrario, hasta el final me ayudó, aconsejó, apoyó y defendió».

Pero ha sido la alegría del evangelio y la esperanza quienes les ha guiado siempre por los caminos del compromiso misionero que en los laicos se traduce en caridad política hecha desde los empobrecidos y descartados y desde lo pequeño asociado:

«No recuerdo nada en lo que no estés Tú […] La realidad más profunda, más feliz, más hermosa para nosotros y para nuestros seres queridos está por llegar. Porque mientras la mirada de un niño y las infinitas posibilidades de hacer el bien sigan iluminándonos, mientras permitamos que en nosotros viva la misericordia, todo será posible […]».

Francisco concluye su autobiografía animándonos a seguir luchando como militantes cristianos contra el sistema y contra la mundanidad que penetra nuestras tendencias para hacer un mundo más justo, solidario, fraterno y autogestionario.

«Hay que ser humilde, dejar espacio al Señor, no a nuestras falsas seguridades. La ternura no es debilidad: es la verdadera fuerza. Es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más fuertes y valientes. Recorrámosla, luchemos con ternura y con coraje. Recorredla, luchad con ternura y coraje […] Yo soy solo un paso».

En el mensaje navideño del 2023 pedía para toda la Iglesia que ante un sistema injusto, insolidario y violento que fuese la «Voz de los sin voz»:

«Desde el pesebre, el Niño nos pide que seamos voz de los que no tienen voz: voz de los inocentes, muertos por falta de agua y de pan; voz de los que no logran encontrar trabajo o lo han perdido; voz de los que se ven obligados a huir de la propia patria en busca de un futuro mejor, arriesgando la vida en viajes extenuantes y a merced de traficantes sin escrúpulos».

Descanse en Paz, el Papa de los empobrecidos y descartados, el Papa de la alegría y de la Misericordia. Gracias

Redacción solidaridad.net