Marcha Silenciosa en solidaridad con los inmigrantes en Almería

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“Estamos hoy aquí porque queremos solidarizarnos con todas las víctimas de la injusticia: los empobrecidos de la tierra, los parados y explotados, con los inmigrantes que, en nuestra tierra, sufren unas condiciones indignas de vida…

Queremos tener presente a las miles de personas que han muerto en el mar, en los desiertos, en los Centros de Internamiento, en los prostíbulos, en los países de tránsito… en esta salvaje travesía en el camino hacia Europa…”

Con estas palabras daba comienzo la “VI Jornada en solidaridad con los inmigrantes”, celebrada en la costa andaluza de Almería, en octubre, bajo el lema

“No a un mundo de esclavos y parados ¡Solidaridad!”

Este acto organizado por el Movimiento Cultural Cristiano y Camino Juvenil Solidario, ha contado con la colaboración de varias asociaciones como la Asociación Católica de Senegaleses, la Casa África de Roquetas de Mar, RR. Hnas. Mercedarias de la Caridad, Misioneros de África, Carmelitas Vedrunas, RR. Adoratrices, así como con el partido SAIn y numerosas personas que, a nivel personal o familiar han querido sumarse a este acto solidario.

En la eucaristía inicial el coro de la Asociación de Senegaleses, de Antas (Almería), interpretó canciones africanas.

La ‘Marcha Silenciosa’ recorrió las avenidas principales de la ciudad, llevando pancartas en denuncia de los miles de inmigrantes que mueren en El Estrecho, con frases como: “Los inmigrantes son personas, no mercancía”, “No a un mundo de esclavos y parados ¡Solidaridad!”…

La Marcha solidaria culminó con una concentración que congregó a decenas de personas, que de forma simbólica colocaron velas encendidas alrededor de un gran mapa de África y Europa divididos ambos continentes por una alambrada, escenificando así la muerte de miles de personas que han perdido la vida en las aguas entre África y Europa, como sucedió recientemente cuando un bebé de ocho meses murió ahogado al volcar la embarcación neumática donde viajaba con su madre y otras doce personas.

Durante la concentración se interpretaron diversas canciones africanas y una proyección audiovisual acompañó la presentación de algunos de los terribles relatos de historias de vida que han ocurrido en nuestras costas.  Se guardó un minuto de silencio, para finalizar con el  “Canto de la Esperanza Unida”

Me salvé porque un compañero me cogió de la camiseta… Ahora está muerto

Todo ocurrió hacia el mediodía, dos horas antes de que la lancha de Salvamento Marítimo llegara al punto donde la patera, en la que viajaba Marie, se partiera en dos.

El barco español logró rescatar a 18 supervivientes, entre los que se encontraba esta mujer, embarazada de tres meses, nacida en un pueblo cercano de Yamena, la capital de Chad, y los cuerpos de 14 fallecidos en el naufragio. Pero los muertos fueron muchos más.

“Eran 50, porque en la patera íbamos 68 personas” cuenta esta joven chadiana de 27 años. “Me salvé porque un compañero me cogió de la camiseta y me subió a la parte hinchada de la zodiac” y añade: “Ahora está muerto”.

Marie, cuenta el horror que acaba de vivir. “Nos despertaron hacia la medianoche del miércoles y nos sacaron de la casa abandonada en la que nos habían metido, tras pasar varias noches al raso. Los marroquíes nos gritaban que nos diéramos prisa. Nos llevaron andando hasta la playa. Allí inflaron la lancha delante de nosotros y después de ponerle el motor, salimos”. Explica que había pasado muchos días con sus compañeros antes de embarcar. Por eso se acuerda bien del número exacto “68”. “Algunos estábamos en el flotador de la barca, pero en el fondo acurrucados iban muchos más, íbamos como sardinas”, recuerda. “Salimos de madrugada”.

Los problemas comenzaron ya de día, hacia las nueve de la mañana, cuando el motor de la barca se paró. “Todo el mundo se puso a gritar, otros rezaban en silencio”, continuó. “El patrón -como ella llama al que estaba al mando- logró arreglarlo y continuaron su viaje. Pero a media mañana, el agua empezó a entrar por la tabla de la popa que sujetaba el fueraborda. “De repente, el suelo se partió en dos y caímos todos al agua”, el pánico se desató. “Yo llevaba un chaleco salvavidas, otros flotadores, pero la mayoría no tenía nada y casi ninguno sabía nadar. Yo tampoco. Me quedé flotando. El mar, poco a poco, me separaba de la barca. Pero un chico vino hasta mí, me cogió del cuello de la camisa y volvió a arrastrarme hasta ella para que llegara hasta una cuerda de la zodiac”

Al principio se agarró a ella con las manos, pero “tenía tan pocas fuerzas, por el frío y los días sin comer” que se soltó de nuevo. Este chico de nuevo la agarró con los antebrazos y el cabo pegado a su pecho”

“Era un hombre joven, de unos 25 años, hablaba francés” dice del hombre que la salvó. “Sabía nadar y salvó a mucha gente. Creo que era de algún país de África occidental, pero cuando vinieron los españoles a salvarnos ya no estaba. “Murió -seguro- y sin embargo yo estoy aquí.” “La mayoría están muertos y muchos eran hombres jóvenes y fuertes, mucho más fuertes que yo”. Solo en ese momento se quiebra su voz, pero no llora.

Los náufragos pasaron unas dos horas en el agua. Entre los fallecidos, Marie recuerda otra mujer embarazada, pero en estado mucho más avanzado que ella, de unos siete meses. Su marido consiguió salvarla y acercarla a la patera, pero volvió a caer y se ahogó. “La gente estaba desesperada por llegar hasta la cuerda o por subirse a los flotadores”  continúa Marie “Algunos pegaban a los demás para conseguirlo, tiraban de ellos, incluso hubo alguno que me pisó”. El marido de la mujer embarazada salvó la vida. “Cuando llegamos a España no paraba de gritar y llorar. Estaba delirando”

Un vasto cementerio se extiende por el mar Mediterráneo y el Egeo con miles y miles de inmigrantes ahogados. En este momento de la historia, con la mayor evolución tecnológica mundial, podemos decir que un niño, una persona que muere por hambre, o huyendo del hambre, ¡muere asesinado!

 

Asesinado por la codicia de un sistema imperialista que impone su implacable mercado destruyendo África y provocando guerras entre los pueblos.

Asesinado por este sistema bancario que quiere obtener beneficios incluso a costa de los más débiles; este sistema financiero especulativo que presiona a los gobiernos europeos para que cierren fronteras, que los aíslen del hambre, un hambre que ellos mismos han provocado.

Asesinado por los sistemas de control que blindan Europa contra la supuesta «invasión» de extranjeros. Se cierran fronteras para las personas pero están abiertas para el comercio de armas y de dinero. La economía es lo primero y cuando los mercados se imponen, la muerte de un niño no importa…

 

Los inmigrantes empobrecidos han dejado sus tierras y familias expulsados por el hambre y la miseria. Las migraciones son la consecuencia de un sistema económico y político internacional del cual se beneficia la Unión Europea y por tanto España.

Ante esta situación, la única actitud responsable es la solidaridad con los empobrecidos, españoles y extranjeros, en un ánimo común de luchar contra las causas de las injusticias sociales que están provocando tanto sufrimiento.

Un mundo de hambrientos, esclavos y parados debe ser rehecho desde sus cimientos, lo que implica una acción revolucionaria.

Anteponer el trabajo sobre los beneficios económicos exige que el trabajo sea el protagonista del cambio social, y que no se utilice para la especulación financiera.

Es necesario un cambio de mentalidad y una labor de promoción de militantes. Es urgente levantar de nuevo, una voz por la dignidad de la persona humana que ponga el trabajo por encima del capital como principio moral y político incuestionable.

¡No a un mundo de esclavos y parados! ¡Solidaridad!