Poemas: Migrantes

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«Los emigrantes, ahora» de Eduardo Galeano

Desde siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelan huyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y los salmones y las truchas en busca de sus ríos. Ellos viajan miles de leguas, por los libres caminos del aire y del agua.
No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano.
En inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible.
Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente.
Les han robado su lugar en el mundo. Han sido despojados de sus trabajos y sus tierras. Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados.

Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros son cadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas, o cuerpos sin nombre que yacen bajo tierra en el otro mundo adonde querían llegar.
Sebastião Salgado los ha fotografiado, en cuarenta países, durante varios años. De su largo trabajo, quedan trescientas imágenes. Y las trescientas imágenes de esta inmensa desventura humana caben, todas, en un segundo. Suma solamente un segundo toda la luz que ha entrado en la cámara, a lo largo de tantas fotografías: apenas una guiñada en los ojos del sol, no más que un instantito en la memoria del tiempo.

Ernesto y Vicente:

Señor quiero preguntarte ¿si lo que he vivido significa algo?

-Un hombre mutilado

-Mujeres violadas

¿En qué momento la masacre se convirtió en una aburrida noticia para la  gente?

Señor, déjame ir contigo y cruzar las fronteras del mundo.

Tren de la Bestia (México)

Señor aún no tengo mi visa, ni pasaporte.

Señor llévame contigo al cielo, soy un migrante, no me cobres cuota.

Señor, ayúdame.

Nuestro camino es una cacería sangrienta.

Nuestra sangre cubre las tierras mexicanas.

Nuestro destino, un secuestro y dolor para nuestras familias.

Señor aun no tengo mi visa, ni pasaporte.

Señor llévame contigo al cielo, soy un migrante, no me cobres cuota.

Señor, llévame en un tren rumbo al cielo y no me preguntes si tengo visa, no me asaltes, no me golpees solo eso te pido.

NO ME LLAMES EXTRANJERO (Canción)

No me llames extranjero
porque haya nacido lejos
o porque tenga otro nombre la tierra
de donde vengo.
No me llames extranjero
porque fue distinto el seno
o porque acunó mi infancia
otro idioma de los cuentos.
No me llames extranjero
si en el amor de una madre
tuvimos la misma luz
en el canto y en el beso
con que nos suenan iguales
las madres contra su pecho.
No me llames extranjero
ni pienses de donde vengo.
Mejor saber dónde vamos,
a dónde nos lleva el tiempo.
No me llames extranjero
porque tu pan y tu fuego calman
mi hambre y mi frío
y me cobija tu techo.
No me llames extranjero.
Tu trigo es como mi trigo,
tu mano como la mía,
tu fuego como mi fuego,
y el hambre no avisa nunca,
vive cambiando de dueño.
Y me llamas extranjero,
porque me trajo un camino,
porque nací en otro pueblo,
porque conozco otros mares,
y un día zarpé de otro puerto.
Si siempre quedan iguales
en el adiós los pañuelos
y las pupilas borrosas
de los que dejamos lejos
los amigos que nos nombran
y son iguales los besos
y el amor de la que sueña
con el día del regreso.
No, no me llames extranjero.
Traemos el mismo grito,
el mismo cansancio viejo
que viene arrastrando el ser humano
desde el fondo de los tiempos
cuando no existían fronteras
antes que vinieran ellos;
los que dividen y matan,
los que roban, los que mienten,
los que venden nuestros sueños,
ellos son los que inventaron
esta palabra EXTRANJERO.
No me llames extranjero,
que es una palabra triste,
que es una palabra helada,
huele a olvido y a destierro.
No me llames extranjero. Mira
tu niño y el mío,
cómo corren de la mano
hasta el final del sendero.
No los llames extranjeros.
Ellos no saben de idiomas,
de límites, ni banderas. Míralos,
se van al cielo
con una risa paloma
que los reúne en el vuelo.
No me llames extranjero.
Piensa en tu hermano y
el mío,
el cuerpo lleno de balas
besando de muerte el suelo.
Ellos no eran extranjeros,
se conocían de siempre.
Por la libertad eterna
igual de libres murieron.
No me llames extranjero.
Mírame bien a los ojos
mucho más allá del odio,
del egoísmo y el miedo,
y verás que soy persona.
NO PUEDO SER EXTRANJERO.