Sudán y Chad descubren petróleo que se disputan EEUU y Francia, que ya tiene soldados en la zona

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Todos los focos internacionales llevan semanas puestos en Darfur, una región occidental de Sudán, y en el sufrimiento de su población, asesinada y acosada por las milicias nómadas yanyauid, pagadas por Jartum. Muchos se preguntan el porqué de esta repentina atención por un país –y su vecino Chad– que contabiliza dos millones de muertos en 15 años de guerra civil y tras ejemplos como Ruanda, donde la comunidad internacional se desperezó cuando ya era tarde. La respuesta, asi como un muchos otros conflictos internacionales, yace, en parte, en el fondo de un mar de petróleo.

La Razon
7 de agosto de 2004

La aparición de yacimientos de petróleo obliga a reaccionar a Occidente en Darfur
Javier Gómez

París- La provincia de Darfur no tiene petróleo, pero el Gobierno de Sudán sí, desde que se descubrieron sus primeros yacimientos en 1999. Este maná le ha aportado sus principales recursos para armar a las milicias nómadas yanyauid que aterrorizan a la población de la región. En concreto, 2.000 millones de dólares al año saca el presidente Al Bashir de la exportación de sus 250.000 barriles diarios, extracción que podría multiplicarse por tres en una década.

De hecho, el control de las reservas petrolíferas del centro del país es el principal campo de disputa de la rebelión que enfrenta desde hace casi dos décadas a Jartum contra el SPLA de John Garang, fuerte en el sur del país, poblado por cristianos y animitas.

Formado en Estados Unidos y considerado por Bill Clinton como uno de los «nuevos líderes» del continente olvidado, Garang ha recibido financiación de Estados Unidos de forma más o menos encubierta, aunque aprobada por el Congreso, a través de la Sudan Peace Act de 2002, que impuso sanciones contra el país africano.

Estados Unidos patrocinó las negociaciones de paz concluidas en junio por Al Bashir (amigo de Jacques Chirac y recibido sin problemas en el Elíseo) y John Garang que, curiosamente, tenían como punto clave la repartición a partes iguales de los recursos petrolíferos. La firma de este plan, prevista para julio, se ha ido al traste por la crisis de Darfur.

Además, la potencia norteamericana intenta estabilizar una región del mundo en la que empiezan a aflorar recursos energéticos antes desconocidos. Washington importa de África uno de cada cinco barriles de crudo que entran en sus fronteras, y el resto del mundo el 11 por ciento.

Las dificultades para tratar con la Venezuela de Hugo Chávez y las espinosas negociaciones que requieren los dirigentes de los países del Golfo obligan a buscar otras fuentes donde nutrir la industria.

En Chad, por ejemplo, un tercio de la producción de 110.000 barriles diarios va directamente a Estados Unidos, según datos de la comisión de energía del Senado norteamericano. Se trata de un petróleo barato, que se conduce hasta los puertos de Camerún mediante un oleoducto financiado con los 3.800 millones de dólares aportados por ExxonMobile.

Chad no sabía que tenía petróleo hasta 2003, y George Bush sabe que los 200.000 refugiados sudaneses en este país que ha generado la crisis de Darfur son una fuente de tensión que debe ser arreglada. París no ignora estos parámetros.

La petrolera gala Total es una de las que ha recibido los derechos de explotación de varios terrenos en el centro de Sudán, pero sus dirigentes, cautos, no han querido entrar en semejante gallinero hasta que no se les asegure que su presencia no supondrá una nueva masa de refugiados empujada fuera de sus casas por la avidez empresarial del Gobierno de Jartum.

Francia, además, no está dispuesta a que Estados Unidos le tome la delantera en un terreno diplomático que ha sido tradicionalmente «suyo». Todo ello, junto a la amenaza de Tony Blair de mandar 5.000 soldados a la zona, explica la decisión de enviar 200 hombres con base en Chad a la frontera con Sudán para asegurar el transporte de la ayuda humanitaria. Tropas a las que ayer visitó la ministra de Defensa francesa, Michelle Alliot Marie.

La importancia geoestratégica de los yacimientos petrolíferos no responde a todos los interrogantes, aunque para descubrirlos conviene permanecer en el terreno de los negocios. Organizaciones humanitarias y expertos presentes en la zona, interrogados por LA RAZÓN (ver entrevista), aseguran que hombres de negocios de Arabia Saudí están comprando grandes extensiones de tierra en Darfur, una zona fértil que podría convertirse en el «granero de África».

La rebelión en curso en la provincia, instigada por el MLS y el MJE impide sacar partido de esas tierras.

Por otra parte, cada vez es más activa la presión de China, principal socio comercial de Sudán y su mayor importador de petróleo, para que Jartum no sea sancionado. El actual oleoducto que lleva el crudo hasta el Mar Rojo fue construido con financiación de Malasia y China, que no dudó incluso en enviar prisioneros de delitos comunes a descontar su pena mediante trabajos forzados en los campos petrolíferos sudaneses.


Marc Lavergne, experto y analista en Sudán: «Francia y EE UU quieren la paz en la región para repartirse todo el crudo»

J. Gómez

París- Marc Lavergne dirigió el Centro Cultural Francés de Jartum y en 2002 fue asesor de las conversaciones de paz entre el Gobierno y los rebeldes.
–¿Por qué todo el mundo se interesa de repente por Darfur?
–EE UU había conseguido que el Gobierno y la guerrilla del sur firmasen un acuerdo de paz basado en el reparto del petróleo, que ha debido ser aplazado por los problemas en Darfur.
–¿Es el entorno de guerra contra el integrismo lo que ha llevado a esta presión sobre Sudán?
–No creo. Bush, al contrario que Clinton, que bombardeó Sudán, ha privilegiado el pragmatismo con Jartum, y a Al Bashir le interesa poder seguir con sus negocios.
–¿Un pragmatismo motivado por el descubrimiento de petróleo en 1999?
–Sí, aunque hay poca competencia occidental. Las inversiones son de países del Golfo, Malasia o China, pero todos saben que Sudán es un país vital para la estabilidad del continente.
–¿Existe un genocidio en Darfur?
–No. Hablamos de 50.000 muertos sobre 5 millones. Además, no se intenta eliminar con una parte determinada de la población por su raza o religión. Los yanyauid no son árabes, son negros, como todos los habitantes de Darfur, y todos son musulmanes.
–Entonces, ¿qué pretende el Gobierno?
–Es una advertencia a otros pueblos de Sudán para que no reclamen sus derechos. Los dirigentes del Gobierno son sólo ricos hombres de negocios a la Ben Laden. Las tierras de Darfur son fértiles y hombres de negocio de Arabia Saudí están comprando grandes extensiones de tierra en la zona, que no podrían ser vendidas y explotadas si la rebelión tiene éxito.
–¿Qué le parece entonces la solidaridad del Gobierno francés con Jartum?
–Nadie debería extrañarse. Cada vez que Sudán tiene un problema, Francia le ayuda. El Gobierno sudanés pasó hace poco una orden de compra a Alstom que prácticamente la salvó de la quiebra. Y en la resolución de la ONU sobre Sudán fue Francia quien impidió usar el término «sanción».