Fidelidad a la conciencia (Testimonio de Franz Jägerstätter condenado a muerte por negar juramento a Hitler)

1991
Imagen de una escena de la película "Vida oculta"

No solo eres responsable de lo que haces, sino de lo que no haces, de lo que no defiendes y callas.

Es importante sacar a la luz y expandir por todos los rincones del mundo estas páginas de la historia.

Estamos viviendo en un momento en el que se están proclamando una serie de leyes que, en nombre de la libertad, están representando el mal. Son la concreción de bioideologías tremendamente materialistas.

Este poder del mal ya se personificó en los grandes totalitarismos del siglo pasado … tenían todo el poder, penetraban en todos los lugares, hasta los últimos rincones. Realmente, fueron dictaduras que se convirtieron en totalitarismos. Mientras que la dictadura es un régimen que impone su poder a través de la violencia en contra de la voluntad de los ciudadanos; el totalitarismo es un régimen en el que los poderosos seducen a través de múltiples recursos (medios de comunicación, subvenciones, planes de estudio, mensajes, lenguaje…) a los ciudadanos, invadiendo totalmente todos los aspectos de su vida, hasta el punto de que éstos hacen voluntariamente suyos los puntos de vista de aquellos.

A través de la propaganda y la manipulación de conciencia se ha conseguido un amplio consenso hasta conseguir que todo lo que propone el poder sea apoyado tan inconsciente como incondicionalmente.

Hoy vivimos un nuevo totalitarismo que provoca una auténtica cultura de la muerte, caracterizada, a grandes rasgos, por:

.- En el plano ontológico, por el materialismo (negación de la persona, moral y la trascendencia).

.- En el plano antropológico, por el individualismo. El ser humano se concibe, simplemente, como individuo de una especie.

.- En el plano ético, por el utilitarismo disfrazado de nihilismo.

.- En el plano del conocimiento, por el relativismo y el escepticismo que sirve para negar la verdad.

.- En el plano político, impera la voluntad de poder, la ley del más fuerte.

Poder y lucro a cualquier precio.

La frase de Martin Luther King que pronunció en alguno de sus discursos y probablemente hayamos leído muchas veces – No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos– encapsula la realidad de nuestro tiempo. Lo más escandaloso de todo es que nos hemos acostumbrado a los problemas de nuestro mundo, con cifras y datos escandalosos, lo cual quiere decir que hemos sabido o han sabido anestesiar muy bien nuestra conciencia.

La realidad, en forma de datos, nos dice que cada día en este mundo que habitamos, millones de personas sufren por distintas causas que pueden desaparecer si hay voluntad política:  hambre, paro, esclavitud, violencia, guerras, persecución…INJUSTICIAS, de las que nos guste o no, nos moleste o no, ¡todos, de alguna manera,  somos cómplices!. Podemos pensar que no hacemos nada malo para que existan estas lacras. Y, es en esa NADA, donde reside el problema. «Hacer nada» es indiferencia y pasividad. Los problemas de nuestro mundo no solo tienen causas de acciones, instituciones que son malas, violentas, corruptas, también de las actitudes indiferentes de los que consideramos que los problemas son de los otros y que no nos importan.

Aristóteles consideraba esta actitud indiferente de idiotas, es decir, la de todos aquellos que se desentendían de los asuntos del bien común.

Tenemos que dejar de asumir como dada una realidad injusta para muchos seres humanos, y dejar de ser cómplices por acción o por omisión. Realmente es la indiferencia y el romper con la actitud de «no se puede hacer nada» lo que verdaderamente tenemos que cambiar.

La pregunta que debiéramos hacernos todos y cada uno de nosotros es:  ante esta injusticia ¿Qué vamos hacer?.

Esta pregunta se la hizo Franz Jägertätter cuando tuvo que enfrentarse al régimen nazi. Pero, ¿Quién fue Franz Jägertätter?:

Un campesino austriaco que fue ejecutado por los nazis por negarse a servir como soldado de Hitler. Tras un tiempo en una prisión militar en Austria, fue trasladado a Berlín, donde un tribunal militar lo condenó a muerte.  El 9 de agosto de 1943, con 36 años, fue decapitado. Su sentencia de muerte dice: «no obedeció la orden porque rechaza el nacionalsocialismo», «declaró que por sus ideas religiosas rechazaba hacer el servicio militar con armas». «¿Por qué debería matar a alguien que no me ha hecho nada, sólo para que Hitler dirija el mundo?». Su profunda creencia católica le llevó a rechazar el Tercer Reich. Le repugnaba la retórica racial nazi y sus ideas eugenésicas. Incluso se negó a aceptar ayudas sociales del Estado.

Este hombre se convierte en objetor de un mundo de ferviente nacionalismo y creciente ideología de odio. El amor incondicional de su esposa y su fe inquebrantable, se convertirán en sus principales aliados para afrontar las graves repercusiones que su decisión provocará.

Jägerstätter nació el 20 de mayo de 1907 en el pueblo de St. Radegund, hijo de una madre soltera, Rosalía Huber, que en 1927 contraería matrimonio con Heinrich Jägerstätter, de quien Franz tomó el apellido.

En 1936, se casó con Franziska Schwaninger (Fani), quien le ayudó a tomarse en serio la fe católica. El matrimonio tuvo tres hijas, aunque en 1933, Franz tuvo una hija extramatrimonial, Hildegard, de la que se ocupó el resto de su vida.

Antes de que le llamaran a filas, Franz tuvo un sueño, que describe de esta manera: “Vi un tren al que todo el mundo quería subir. Oí una voz que decía: ‘Ese tren viaja al infierno’. Comprendí que se trataba del nacionalsocialismo». Lo que estaba queriendo decir con este sueño es que jamás un católico debiera ponerse a disposición de un régimen injusto para la sociedad y las personas. De ahí su pensamiento: “Nunca creeré que los católicos tengamos que ponernos a disposición del peor y más peligroso poder anticristiano que ha existido jamás”.

Lo llamaron a filas en dos ocasiones, pero el alcalde, conocedor de sus ideas, consiguió que lo declarasen indispensable en el pueblo. En febrero de 1943 llegó la tercera y definitiva orden de alistamiento y, en el cuartel presenta su objeción de conciencia. Aunque se negó por motivos religiosos a luchar en el Ejército alemán, sí se ofreció como sanitario. Tras un tiempo en una prisión militar en Austria, fue trasladado a Berlín, donde un tribunal militar lo condenó a muerte.

No fue una decisión fácil. Sabía que su postura iba a causar dolor: a su esposa e hijas, a sus padres, a su pueblo, a su comunidad… pues su medida implicaba perder la vida. Y, por otro lado, su testimonio interpelaba a otras personas que habían prestado juramento. A Jägerstätter, además, se le trató de desacreditar como un loco y un fanático religioso que actuó de forma irresponsable por anteponer sus ideas al bienestar de su mujer y sus hijas. Durante años, la argumentación oficial fue que los soldados «cumplían con su deber» y, por tanto, los objetores de conciencia eran rechazados y no podían ser un modelo a seguir.

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Todo el pueblo, junto con su párroco presionaron a este hombre tozudo que se niega a servir a Hitler y «su patria”. Pero debemos de saber que Joseph Karobath, el cura, fue detenido por los nazis acusado de predicar contra el régimen nazi. El pueblo creía que había sido traicionado por un labrador, Josef Wengler, a quien consideraban ser el «chivato» y delator. Todos, menos Franz, que estaba convencido de su inocencia. Y tenía razón: se supo después que el verdadero denunciante contra el cura fue el maestro.

Su obispo, Johannes Maria Gföllner, obispo de Linz de 1915 a 1941, era declaradamente contrario al nazismo, lo criticaba ya en la hoja diocesana en 1932 y en la del 22 de enero de 1933, teniendo ya los nazis el poder escribió: «El nacionalsocialismo padece internamente el delirio materialista de la raza, un nacionalismo anticristiano, una visión nacionalista de la religión, un pseudocristianismo; por ello, rechazamos su programa religioso. Todos los católicos convencidos han de rechazarlo y condenarlo». En 1936 la hoja diocesana de Linz publicaría las críticas al nazismo de los obispos holandeses, y en 1937, un resumen detallado para leer en todos los púlpitos de la diócesis, de Mit Brennder Sorge, la encíclica anti nazi de Pío XI.

Debemos saber, también, que, en su pueblo, un pueblecito austriaco en la frontera con Alemania, no lejos de donde nació Hitler, nadie votó a los nazis en 1931. Las últimas elecciones libres, antes de ser Austria anexionada por Hitler.

Franz sintió profundamente el intenso dolor que estaba causando a su familia. El día anterior a la ejecución, escribe: “Me gustaría ahorraros todo el sufrimiento que tenéis que soportar por mi culpa, pero ¿O creéis que no sufriríais si yo intentara prolongar mi vida con una mentira?” …«Estoy convencido de que es mejor defender la verdad, incluso si tengo que pagarlo con la vida», escribió en su última carta a Fani, su esposa, que siempre lo apoyó. Y que, tras la guerra, Franziska no recibió una pensión de viudedad durante seis años porque a su marido no se lo reconoció como resistente al no formar parte de la lucha armada contra los nazis.

Jägerstätter se plantea también la pregunta con la que tantos intentan acallar la conciencia: ¿qué significa el testimonio de una única persona? Dice: “Hoy en día se oye muchas veces decir que no se puede hacer nada, ya que, si alguien dice algo, le castigan con la cárcel y la pena de muerte. Por supuesto que así no se puede cambiar el rumbo de la historia… me doy cuenta de que hoy en día no sirven de nada muchas palabras. Se dice que las palabras instruyen, pero los ejemplos arrastran. En plena oscuridad, hay personas que son capaces de alzarse con toda claridad, serenidad, y seguridad en medio de tanta falta de paz y de alegría; en medio de tanto egoísmo y odio«.

La Iglesia lo beatificó como mártir en 2007. En la catedral de Linz, el cardenal Saraiva Martins proclamó: «En un tiempo como el nuestro, en el que no faltan los condicionamientos e incluso la manipulación de las conciencias y las inteligencias, a veces a través de formas engañosas que se sirven de las tecnologías modernas más avanzadas, el testimonio del beato Franz es un ejemplo importantísimo de inquebrantable valentía y de firme y fuerte coherencia».

Estas vidas, estos testimonios nos ayudan a romper nuestra indiferencia. ¡Rompamos la manipulación de la conciencia! ¡Objeción de conciencia a leyes que son injustas, como arma política para hacer presión moral liberadora!

Mª Mar Araus