La Comuna (Experiencia de autogestión del pueblo de París)

1396

1871-2021: 150 aniversario de la Comuna de París.

No se puede escribir la historia de la Autogestión sin nombrar la Comuna de París. Una experiencia que surge en un Estado de guerra y que duró apenas dos meses. Durante estos días, el pueblo de París vivió un hecho único hasta ese momento. Bajo el nombre de la Comuna de París, nació una idea nueva, que no fue de un filósofo o de un dirigente. Fue una idea que nació en el espíritu colectivo. Muchos de los que la realizaron, dando su vida por ella, no se imaginaron que su aplicación práctica iba a ser tan importante para la historia de la autogestión. Por primera vez se vive una revolución con un marcado contenido y protagonismo obrero. Derrocaron el poder establecido y consiguieron formar sus propios órganos de gobierno. La burguesía desplazada reaccionó violentamente provocando una fuerte represión contra los «communards».

Hasta ese momento las clases más desfavorecidas habían sido instrumentalizadas por la burguesía para conseguir sus fines, como en la Revolución Francesa, que se utilizó a las clases más pobres como «tropa de asalto» para instaurar a la clase burguesa en el poder político; mientras que para los más desfavorecidos las  cosas siguieron igual o peor. Debiéramos tener en cuenta que los orígenes de la Comuna se podrían buscar casi un siglo antes, en la Revolución Francesa de 1789. En estos años se produjo el fin del llamado Antiguo Régimen. Al principio, burgueses y clase trabajadora fueron de la mano. Los “sans culotte” (literalmente los “sin calzón” por ser pobres) fueron decisivos en el apoyo a los Jacobinos frente a la presión de las potencias monárquicas europeas y de los contra-revolucionarios. Sin embargo, en cuanto el liberalismo aseguró el poder de la burguesía, ésta no tardó en reprimir duramente a la clase obrera, nacida de la incipiente revolución industrial. Los dirigentes de la Revolución Francesa manipularon indignamente a las clases más desfavorecidas.

¿Qué había sido de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad? En palabras de Heleno Saña, «tras la revolución francesa los pobres se dieron cuenta que “LIBERTAD” jurídica era un derecho abstracto cuando los medios de producción estaban en manos de una minoría de capitalistas y que la “IGUALDAD“ y la “FRATERNIDAD» jacobina perdía todo sentido en un mundo regido por el dinero y el poder”.

Han sido muchas las interpretaciones que se han hecho de la Comuna de París (1871). Suscitó muchos debates entre historiadores que no estuvieron exentos de connotaciones políticas. Ya sabemos que cuando un hecho histórico se analiza exclusivamente desde la ideología política que convenga en un momento determinado, se transforma en MITO, con lo cual nos impide sacar las lecciones que nos permiten no repetir las barbaridades que se han cometido a lo largo de la historia; o al revés, si somos capaces de ver este hecho histórico desde sus luces y sombras, podemos transformarlo en una experiencia válida para que la humanidad camine hacia la liberación.

Las interpretaciones de la Comuna se centraron principalmente en dos posiciones: la de la tradición socialista que presentaba a la Comuna como el primer gobierno proletario de la historia, capaz de organizarse y asumir el gobierno de París, y la que consideraba que la Comuna había sido la última revolución  que había cerrado un proceso revolucionario iniciado con la Revolución Francesa de 1789 y que había tenido su continuidad con las revoluciones de 1830 y de 1848.

Os invitamos a leer la historia de La Comuna de París a través de un historiador del movimiento obrero, Édouard Dolléans. Él ha sido capaz de recoger el testimonio de sus protagonistas, además de presentarnos la naturaleza autogestionaria de esta experiencia, que intentó organizar la vida social del pueblo sobre la base de la libertad y  de la gestión voluntaria de cada ciudadano en las tareas comunitarias; todo lo contrario al principio de autoridad vertical que prevalecía en la sociedad de aquella época. En palabras de Dolléans: «Hoy, el pueblo de París es clarividente, rehúsa ese papel de niño dirigido por el preceptor… recordó que el principio que preside la organización de un grupo, de una asociación, es el mismo que debe regir la sociedad entera, y, como rechazó todo administrador o presidente impuesto por un poder, fuera de su seno, rechazará todo alcalde, todo prefecto impuesto por un gobierno extraño a sus aspiraciones». 

Este pensamiento de Dolléans nos permite vislumbrar lo que supone el advenimiento de una sociedad autogestionaria. Evidentemente, significa luchar contra el despotismo, la opresión, el elitismo y contra todo tipo de alienación y manipulación. Estamos con Georges Gurvicht: El mundo será autogestionario o no será. Para que una nueva sociedad marche en una determinada dirección y pueda avanzar hacia el futuro con paso firme y seguro, necesita partir de un sistema coherente de principios sólidos e instituciones capaces de ser llevadas a cabo por el protagonismo y sentido común de las personas que formamos la sociedad. Creemos que el sistema que mejor responde a las necesidades de la sociedad actual es el de la autogestión.

La autogestión es un proyecto de liberación integral, una nueva cultura cuyo ideal surge de las raíces del pueblo, que se apoya en la solidaridad del pueblo y que no puede ser realizado más que a través del protagonismo y la promoción del pueblo.

Cuando Dolléans analiza la historia de La Comuna de París, dice: «La división de los intereses creó la ruina general, engendró la guerra social. Es a la libertad, a la igualdad y a la solidaridad a las que hay que pedir que aseguren el orden sobre nuevas bases, que reorganicen el trabajo que es su condición primera… Hemos reivindicado la emancipación de los trabajadores y la delegación comunal es la garantía, porque debe proporcionar a cada ciudadano los medios para defender sus derechos, controlar de una manera eficaz los actos de sus mandatarios encargados de la gestión de sus intereses…»

Actualmente impera en nuestra sociedad una gran manipulación de la conciencia ejercida desde los grandes conglomerados del imperialismo (poder de los poderosos), y que se manifiesta en política y en la alienación de las personas que es cada vez más fuerte y sibilina. No se quiere la AUTOGESTIÓN, por eso el poder lo ha sustituido por lo “asambleario” y resulta que la Asamblea viene preparada por un Comité ejecutivo que maneja todo y a todos; o con “participación”, sin ningún derecho a poder gestionar las tareas comunitarias. Por eso necesitamos tener conciencia histórica y tener en cuenta hechos históricos como el de La Comuna. Que podamos aprender de los aciertos y de los errores del colectivo de militantes que lucharon por una nueva sociedad.

La Comuna de París ni siquiera tuvo ocasión de poner los cimientos de una nueva sociedad. En su breve existencia, el balance en cuanto a víctimas fue enorme: 399.823 denuncias, 38.568 arrestos: 20.000 mujeres y niños muertos durante la batalla y después de la resistencia (en París y provincias), 3.000 fusilados, 70.000 mujeres, ancianos y niños privados de sus necesidades básicas y expulsados de Francia. 13.700 condenados a penas de 9 años de prisión…

La mayoría de los historiadores, incluso aquellos que no están de acuerdo ideológicamente con este hecho, han reconocido el valor de alguna de las reformas de la Comuna y han lamentado el salvajismo con el que fue reprimida. No han podido explicar el odio sin precedentes que la Comuna despertó en las clases medias y altas de la sociedad. Odio sin justificación contra un gobierno que además de ser bastante pluralista, no tomó nunca medidas enérgicas contra sus enemigos. Según Lissagaray, mientras la Comuna estaba de fiesta y celebrando sus moderadas reformas, Versalles sólo pensaba en «...desangrar París».

¿Qué lección nos han dejado? El levantamiento de la clase obrera fue por instinto revolucionario y no por proceso planificado desde la razón y la visión común de los que los pusieron en marcha. La diversidad ideológica hizo que en los momentos decisivos no se tomaran medidas más rápidas y correctas. No tenían un programa político definido. Los ciudadanos no habían adquirido educación política y todas las medidas sociales que tomaron fueron de urgencia. Actuar espontáneamente llevó a que el balance final fuera de muchas víctimas.

Otra lección es que no se puede instrumentalizar a los pobres para llevar a cabo los cambios necesarios con el fin de revolucionar los cimientos de la sociedad. Los cambios tienen que ser obra de los trabajadores mismos: La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos. Los obreros no pueden esperar realizar los cambios que necesitan siguiendo métodos que supongan apartarse de su propia cultura obrera, y adquirir el pensamiento y las propuestas de los partidos de políticas burguesas o pequeño‑burguesas.

En este sentido, destacar que los militantes que pusieron en marcha La Comuna quisieron diferenciarse de lo que proponían las políticas burguesas. Un ejemplo de ello fue que los miembros de la Comuna trabajaron recibiendo salarios de obreros, al igual que el resto del proletariado y no como una clase superior a la cual el pueblo debiera obedecer. La Comuna, surgió directamente de un voto popular, no sólo hacía las leyes, sino que vigilaba su ejecución a través de sus delegados, que eran responsables ante ella y ante sus comisiones que se reunían diariamente para velar sobre la puesta en marcha de los acuerdos que habían tomado. No existían altos funcionarios ejecutivos investidos de autoridad. Todo el cuerpo de funcionarios trabajaba directamente bajo el control de los miembros electos de la Comuna, los cuales eran directamente responsables ante los ciudadanos que los habían elegido.

Como anécdota, comentar que un miembro de la Comuna de París compuso los versos que años después fueron musicalizados para formar el himno del proletariado mundial: «La Internacional». Eugene Pottier escribió el poema en junio de 1871, un día después del doloroso derrocamiento de la Comuna.

Para conocer este hecho, os recomendamos dos libros:

– LA COMUNA. Experiencia de autogestión del pueblo de París. Ediciones «Voz de los sin Voz». nº 739.

– Práctica militante y escritos de un obrero comunero”, de E. Varlin, (protagonista de la Asociación Internacional de Trabajadores y de la Comuna.), ediciones “Voz de los sin Voz” nº 539.

Mª Mar Araus