La palabra democracia procede del griego demokratia, donde “demos” es pueblo y “kratia” es poder, por lo que su definición literal sería “poder del pueblo”. Sin embargo, en la sociedad griega de entonces solamente un pequeño núcleo de ciudadanos podían participar directamente en la toma de decisiones.
Ni antes ni ahora hemos alcanzado esa democracia real. Actualmente estamos viviendo una consolidación del autoritarismo, un 72% de la población mundial, es decir, casi tres de cada cuatro personas, viven bajo regímenes autocráticos, ya sean electorales o cerrados. La política está dirigida desde la economía donde reside el «poder real». El sistema económico actúa a través de diferentes mecanismos y lobbys que mantienen secuestrada la democracia. La mayoría de los países se encuentran endeudados a merced de los grandes acreedores como son los fondos de inversión.
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En cuanto a los modelos de organización política, los países que se denominan demócratas generalmente se rigen por un sistema representativo. La responsabilidad política del pueblo soberano queda limitada a un segundo cada cuatro años, el resto del tiempo lo delegamos. La representación es un síntoma de escasa democratización, pues los gobernados no pueden decidir sobre cada una de las leyes que posteriormente van a ser impuestas. También tenemos los casos de muchos gobernantes que se hicieron con el poder de “forma democrática” y posteriormente se perpetuaron en él a través de reformas constitucionales, leyes despóticas y persecuciones contra la oposición, e incluso perdiendo elecciones por mayoría.
También están los abusos en los instrumentos de gobierno. Muchos acuden a legislaciones de naturaleza excepcional que le permiten “puentear” a los Parlamentos. Por ejemplo, en bastantes países está la figura de los decretos leyes, que son decretos que solo se permiten «en caso de extraordinaria y urgente necesidad», y en cambio son utilizados de manera desmedida. El sistema de votación tampoco es democrático, el mandato del parlamentario incluso ni llega a ser representativo, es decir, no rinde cuentas al votante sino al jefe del partido.
«Es evidente que no vivimos en una democracia real, por lo tanto, debemos construirla»
Para mantener esta estructura es clave el control de los medios de comunicación que va unido a la manipulación y apropiación del lenguaje. Un botón de muestra: actualmente en la UE aquellos que se oponen al rearme es que están en contra de la democracia, y como la palabra puede resultar algo violenta, al rearme se le llama “salto tecnológico”.
Un pueblo no es libre porque pueda escoger a sus amos. Delegamos responsabilidades a cambio de perder libertades, pues ser libre requiere de esfuerzos, mientras que ser siervo solo requiere obediencia ciega. Un pueblo que no esté formado políticamente es un peligro para ellos mismos y la sociedad en general, pues es el caldo de cultivo de todo tipo de déspotas. Es evidente que no vivimos en una democracia real, por lo tanto, debemos construirla. La propia naturaleza humana implica siempre una responsabilidad. Debemos asumir nuestro protagonismo político, y ello exige formación para crear esa conciencia política que de manera asociada haga posible que nuestras decisiones busquen la verdad, el bien común, y nuestros actos la justicia. Una sociedad, un pueblo bien formado, es una sociedad y un pueblo fuerte, con un estado que se limite a ejercer la función subsidiaria que le corresponde.
Trabajemos por una democracia real, por un pueblo soberano.
Editorial de la revista Autogestión