Nuestro cerebro ante el capitalismo digital: Máxima información y mínima integración

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Según la teoría de la conciencia de Giulio Tononi y Gerald Edelman, la llamada teoría de la información integrada (TII)*, las experiencias conscientes son tanto informativas como integradas; son informativas porque cada una de ellas es diferente de todas las demás: es decir, tengo una experiencia consciente porque la distingo entre todas las posibles; son integradas porque los múltiples elementos que componen mi experiencia consciente aparecen entrelazados de un modo ineludible, como si fueran aspectos de una
sola escena que los incluye a todos. De ahí que Anil Seth afirme al respecto:

En un cerebro que estuviera al máximo de riqueza informativa, todas las neuronas se comportarían independientemente y se activarían al azar, como si estuvieran completamente desconectadas las unas de las otras […]. Pero ese cerebro –con mucha información pero nula integración– no sustentaría estado consciente alguno.

Es decir, las experiencias conscientes forman conjuntos unificados que sentimos como un todo, pero un cerebro que recibiera un input de información excesiva y no fuera capaz de integrarla no podría hacer de ello tal experiencia. ¿No es esto lo que nos ocurre cuando
navegamos por internet?, ¿Qué sucede cuando saltamos de una información a otra de forma acelerada?, ¿podemos discriminar y separar ese flujo de información para que pueda integrarse con nuestras experiencias anteriores, y podamos conservarla y convertirla en una nueva experiencia?, ¿podemos memorizar esa información para integrarla con otras en un proceso de conocimiento propio?

El capitalismo digital que desde hace más de dos décadas decide sobre nuestras vidas está modificando el entorno en el que se realiza hoy el aprendizaje social que nos dota de humanidad. El capitalismo de la vigilancia, impuesto por las grandes plataformas digitales, un nuevo orden económico que reclama para sí la experiencia humana como materia prima gratuita, aprovechable para una serie de prácticas comerciales ocultas de extracción, predicción y ventas, tal y como lo define la autora del concepto, Shoshana Zuboff, tiene graves consecuencias sobre nosotros al convertirnos en la fuente de la que se alimenta.

Se trata de un tipo de capitalismo que no tiene precedentes en la historia de la humanidad, por lo que uno de sus peligros añadidos es que apenas podemos identificar sus efectos en
nuestras mentes. Según Zuboff, el capitalismo de la vigilancia enfrenta nuestra dependencia de los otros y las necesidades que experimentamos de aumentar la eficacia en nuestra vida (de acuerdo con el modelo de rendimiento neoliberal) con la inclinación a resistirnos a participar en él, y esto produce un conflicto que nos lleva a un entumecimiento
psíquico y a la aceptación de ser monitorizados, analizados, explotados como minas de datos. Pero también, y esto es fundamental, modificados, dado que la fase actual del capitalismo de la vigilancia no solo quiere extraer nuestros datos, sino, a partir de
ahí, modificar nuestras decisiones individuales y colectivas. Además: Nos predispone a racionalizar la situación con resignado cinismo y a crear excusas que funcionan como mecanismos de defensa («tampoco me tengo que ocultar»), cuando no hallamos otras formas de esconder la cabeza, y a optar por la ignorancia para afrontar la frustración y la impotencia.

Zuboff teme que este capitalismo que describe acabe modificando nuestra propia naturaleza

Zuboff teme que este capitalismo que describe acabe modificando nuestra propia naturaleza, pues constituye una amenaza tan importante para ella en el siglo XXI como lo fue el capitalismo industrial para el mundo natural en los siglos XIX y XX. Y se pregunta
si podremos habitar ese hogar digital que se va rediseñando cada vez más rápidamente, a una velocidad que no permite la regulación social ni la elaboración individual. Numerosos especialistas insisten en la forma improvisada en que se ha desarrollado la digitalización y
la cultura que trajo consigo, un proceso que fue celebrado en sus comienzos y del que solo después empezamos a advertir los peligros que entraña, como sucede en estos momentos con la inteligencia artificial.

En una entrevista publicada en el medio Ctxt, Bernard Harcourt da un paso más respecto a la forma que adopta hoy la vigilancia y señala que hemos pasado de un mundo de vigilancia opresiva, basada en el odio y la imposición, a uno en el que somos nosotros mismos quienes nos autoexponemos voluntariamente en las redes, de acuerdo con nuestro deseo de hacerlo, y desde donde vigilamos también a los demás. Un paso más de las tácticas del famoso biopoder foucaultiano.

Extracto del libro: Sin relato, Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad de Lola López Mondejar

*Nota:

  • Gerald Edelman:
    Recibió el Premio Nobel por sus descubrimientos sobre la estructura química de los anticuerpos. Su trabajo en inmunología le llevó a desarrollar la teoría de la selección de grupos neuronales, que postula que el cerebro se desarrolla y aprende a través de la selección de grupos de neuronas que interactúan entre sí.
  • Giulio Tononi:
    Es conocido por su teoría de la información integrada, que propone que la conciencia no es solo la cantidad de actividad neuronal, sino también la forma en que la información se integra y se relaciona dentro del cerebro.
  • Colaboración:
    Juntos, Edelman y Tononi escribieron «A Universe of Consciousness», donde presentan sus ideas sobre la conciencia y cómo la materia puede convertirse en conciencia. En este libro, se explora cómo la teoría de la selección de grupos neuronales de Edelman se relaciona con la teoría de la información integrada de Tononi.