Sobre la importancia de la lectura: «Vivíamos en las cocinas»

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Vivíamos en las cocinas….Todo el país vivía en las cocinas…En las cocinas de nuestras casas o en las de nuestros amigos nos reuníamos a beber vino, escuchar música, hablar de poesía.

Con una lata de conservas y un poco de pan negro….Y todos nos sentíamos a gusto.
Estas sociedades secretas que se reunían en las cocinas han desaparecido hace ya mucho tiempo. Como desapareció también aquella amistad que nos jurábamos eterna. Sí estábamos programados para la eternidad. No existía nada por encima de la amistad que nos unía. Todo se sostenía gracias a aquel formidable pegamento. En realidad ningunos de nosotros vivía en la URSS realmente. Cada uno habitaba su pequeño mundo.

Los poetas llenaban estadios enteros. La policía montada tenía que cercar los estadios. Las palabras eran actos entonces. Tomar la palabra en una reunión para decir la verdad era un acto, porque entrañaba un peligro. O salir a manifestarse en una plaza…Era un subidón, una inyección de adrenalina, una bocanada de aire fresco que te llenaba los pulmones. La palabra era el canal por el que se vertía todo. Hoy nos resulta increíble todo aquello, porque ahora se privilegia la acción y la palabra se ha depreciado. Hoy puedes decir lo que te dé la gana, pero la palabra no tiene poder alguno. Nos gustaría creer en cualquier cosa pero no podemos. Ahora todo nos importa un bledo pero no era así antes….La palabra.

Tuve una aventura amorosa en Moscú, fui a verlo. Solo teníamos tres días para estar juntos. En la estación de ferrocarriles unos amigos suyos nos pasaron un ejemplar mimeografiado de las memorias de Nadiezhda Mandelstam, que corrían de mano en mano entonces. Teníamos que devolverlo el día siguiente a las cuatro de la madrugada. Dejárselo a alguien que llegaría a aquella misma estación de trenes. Nos pasamos un día entero leyendo sin pausa. Solo paramos unos instantes para bajar a comprar algo de pan y leche, ni siquiera nos besamos entretenidos como estábamos en pasarnos las hojas del libro. La sensación de tener aquel libro en las manos, de leer las páginas una a una, nos unió en una suerte de ensoñación, de delirio…….

Transcurrido el día de gracia, atravesamos la ciudad…..lo llevábamos como quien carga un arma secreta….¡Tal era nuestra Fe en que las palabras podían cambiar, sacudir el mundo!
Cuando mi pequeña Olia pilló una grave bronquitis a los cuatro meses, me sentí morir de miedo. Nos fuimos al hospital, pero no podía tumbarla en la cama. Tenía que tenerla en brazos porque esa era la única manera de que se calmara. ¿Qué cree que hacía cuando la niña se quedaba dormida una media hora?¿Que hacía yo, muerta de sueño y atormentada como estaba? ¿A que dedicaba ese rato?. Llevaba un ejemplar de Archipiélago Gulag bajo el brazo y lo abría enseguida. Tenía a mi hija a punto de morir sujeta de un brazo y el libro se Solzhenitsin abierto en la otra mano. Para nosotros los libros reemplazaban la vida. Ese era el universo en el que vivíamos.

Campaña de promoción de la Lectura Social

 

 

Los años de Gorbachov, la libertad y la cartilla de racionamiento…..Los cupones y los talones para comprarlo todo, filas de cinco y seis horas…Pero estabas ahí haciendo la cola, con un libro en las manos que no habrías podido comprar antes y sabiendo que esa noche la televisión pasaría una película que estuvo prohibida diez años. ¡Una gozada!
En verdad a mí que era una tonta, me habría bastado con la libertad de expresión, porque no era mas que una chica soviética como cualquier otra, me habría bastado con que me hubieran dado a leer a Dovlatov y a Nekrasov. No soñaba entonces con visitar París…..con que me dejaran leer ciertos libros, con que me dejaran decir ciertas cosas….¡Sobre todo leer!.

Svletana Aleksievich
El fin del Homo Sovieticus
Acantilado editorial 2013